Cunde la idea de multar o expulsar a los espectadores de fútbol que lancen insultos. Lo que no ha logrado la educación, quizá lo consigan las multas.
No se trata de que el espectador tenga que decir: «Árbitro, en mi modesta opinión, discrepo de la decisión que has tomado». Del grosero insulto actual de tres palabras será difícil pasar directamente al de estilo versallesco, y en medio cabe que oigamos insultos intermedios, por ejemplo: «Eres tan tonto que deberían darte dos medallas, una por tonto y otra por si la pierdes».
El insulto del espectador de fútbol no tiene respuesta del jugador o del árbitro, no hay diálogo como el que enfrentó a Bernard Shaw y Winston Churchill. El escritor: «Te envío dos entradas para el estreno de mi última obra. Lleva un amigo… si lo tienes». La respuesta de Churchill: «Lamentablemente no podré ir al estreno. Acudiré a la segunda representación… si la hay».