Israel, un estado teocrático, racista y excluyente

La ley aprobada por el Parlamento de Israel discrimina a casi el 20% de la población árabe que vive en el país. La nueva norma es un grave error que, como han denunciado muchos diputados, supone la legalización del ‘apartheid’
 

29 julio 2018 18:47 | Actualizado a 29 julio 2018 18:50
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E l parlamento israelí aprobó por estrecho margen de votos la Ley del Estado-Nación. Una norma que consolida e intenta «legalizar» un proyecto de colonización iniciado hace 70 años en el territorio palestino.

Los gobiernos israelíes han sabido utilizar siempre las favorables coyunturas internacionales para extender su territorio y su control militar. Lo hicieron al término de la Segunda Guerra Mundial, cuando el sionismo consiguió que los vencedores de la contienda cedieran el 52 por ciento de Palestina, hasta entonces región colonizada por el Reino Unido. 

En esas tierras fue proclamado en mayo de 1948 el estado judío. La resolución 181 de la ONU de noviembre del 1947 recomendó la partición de Palestina en un estado judío, un estado árabe y una zona bajo régimen internacional. Pero no fue así, y su dramática aplicación incluyó aldeas arrasadas y casi un millón de árabes al exilio. 

En los años posteriores, y como consecuencia de distintos conflictos armados, Israel, con el permanente respaldo de británicos y norteamericanos, fue ocupando nuevos territorios. En 1956, un joven oficial egipcio, Gamal Nasser, derroca a la monarquía y nacionaliza el Canal de Suez por el que pasaba casi todo el comercio europeo-asiático. Inglaterra, Francia e Israel, se unieron para  -con diferentes argumentos-  atacar a Egipto y recuperar el control geoestratégico de la región.  

El conflicto se inició con la entrada del ejército israelí en el desierto del Sinaí. Luego intervinieron paracaidistas de los países europeos. Finalmente y ante la presión de la Unión Soviética las tropas invasoras se retiraron. Paralelamente aumentaba la resistencia a Israel en Palestina, y en la región Siria y Egipto respaldaban esa lucha.

Pero la política panarabista de Nasser ya estaba condenada por los países occidentales.  En Junio de 1967 se inicia la llamada “Guerra de los seis días”, durante la cual el ejército israelí muy superior a sus oponentes y dotado de moderno armamento occidental, destruye en tierra a la aviación de Egipto y de Siria, y ocupa con sus tropas Cisjordania, Gaza  y las colinas del Golán. A partir de entonces,  el gobierno israelí promueve asentamientos, y controles militares. 

Numerosas aldeas son arrasadas con excavadoras y expulsados sus habitantes. En Gaza malviven un millón y medio de palestinos en la que se considera la prisión a cielo abierto más grande del planeta.  Están cercados por tropas israelíes que controlan y restringen el paso de alimentos, medicinas y materiales. La situación de subsistencia y sanitaria es crítica.

Las fuerzas israelíes de ocupación, les racionan el suministro eléctrico y de agua. Las protestas y la resistencia en los últimos años han sido aplastadas con bombardeos que han dejado cientos de muertos y heridos y destrozado viviendas, escuelas y hospitales. Las resoluciones de las Naciones Unidas condenando la ilegalidad de los procedimientos y acciones de Israel son sistemáticamente anuladas por el veto de los Estados Unidos, un privilegio anacrónico que comparte con Rusia, China, Francia y Reino Unido.  

La última de las resoluciones de la Asamblea General de la ONU en sesión de emergencia, declaraba el estatus de Jerusalén como capital de Israel como “nulo y sin valor”. Pero el gobierno de Tel Aviv siguió adelante reprimiendo las protestas de los palestinos y militarizando la ciudad.

Días después, el perturbado presidente Trump, visitó Jerusalen y «legalizó» la violación de los acuerdos existentes, anunciando que trasladaría allí su embajada de Tel Aviv. Hasta aquí este prólogo para dar contexto histórico a lo que es novedad: la Knesset (parlamento), aprobó la ley que define oficialmente a Israel como Estado Nación del pueblo judío.

Reserva a este colectivo el derecho a la autodeterminación y establece que el hebreo será la única lengua oficial. Discrimina a casi el 20% de la población árabe que tiene el país. Y entre otras cosas, faculta que en caso de duda, la ley religiosa judía supla principios generales del derecho. La controvertida ley se aprobó por 62 votos a 55.

Se opusieron no solamente los diputados de origen árabe, sino también aquellos que consideran esta decisión un error, y que legaliza el apartheid. En el horizonte inmediato, en esta Europa sin norte ni principios, tengamos en cuenta el vínculo de Israel con la Hungría racista y totalitaria de Viktor Orbán, que refiriéndose a Netanyahu proclamó: «nosotros somos la primera línea que protege a Europa». ¿Y quièn nos protegerá de ellos?

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