La Corina y la Corona hasta la coronilla

El desafío no es sólo dejar un planeta mejor a nuestros hijos sino unos hijos mejores al planeta. Habría que empezar por enseñarles a evitar que nadie -y menos la Corona- tenga tanto poder como para permitirse una corina

28 julio 2021 19:20 | Actualizado a 29 julio 2021 05:06
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Mi madre recibió en herencia, como tantas mujeres antaño, el ajuar de la familia: sábanas, muchas sábanas con las iniciales primorosamente bordadas a mano, manteles, la batería de cocina, lavadora, nevera y electrodomésticos. Si de propiedad había alguna que formara parte de la herencia, era para el primer varón y si entre la progenie no había varón, lo cual se consideraba una gran desgracia, se lo quedaba todo el afortunado marido de la heredera.

Pero si, doce generaciones atrás, que no es tanto, mi tatarabuela hubiera sido hija de una reina, al nacer y comprobar que no era varón, hubiera habido, de entrada, alguien muy desgraciado: el comadrón real, porque recibía mucha menor compensación por sus servicios si el nacido de vientre real era niña.

En la corte de Luis XVI se retribuía al comadrón con 40.000 libras en caso de alumbrar un heredero, y sólo con 10.000 libras en caso de que fuera delfina. El cañón real disparaba 101 veces para saludar el nacimiento de un heredero, pero solo 21 veces para el de una princesa.

Los siervos de palacio repartían limosna y regalos por todos los confines del reino: el triple si el nacido era varón y si, en efecto, el comadrón confirmaba que tenía colita se sucedían las celebraciones, fuegos artificiales, vino y embutidos repartidos generosamente por los soldados de su majestad.

Y la Comèdie Française esos días de júbilo real era gratis para carboneros y pescaderas…Curiosamente, en de los vendedores de pescado, la discriminación de género era inversa.

Pero todo ese dispendio sólo tenía lugar si la reina había dado a luz a un niño. Si era heredera, los festejos eran mucho más modestos. Hoy ya hay más ginecólogas que ginecólogos en ejercicio, pagados estrictamente por igual; y las niñas tienen tanto derecho a heredar -o deberían- como sus hermanos varones Y tenemos sucesora en el reino de España.

La ley sálica ya no está en vigor en ninguna monarquía europea; pero no puedo evitar preguntarme qué habría sucedido si hubiéramos tenido más reinas que reyes.

Y a la luz de lo que vamos sabiendo de la cortesana Corina y su espeso entramado de sórdidas insinuaciones buscando ahora el altavoz de la justicia británica, también me parece lícito cuestionar el machismo que ha hecho posible que aún sea noticia. Mis amigos republicanos me apuntan que el problema ya no es el machismo sino la propia monarquía; pero los monárquicos, que también los hay aunque estos días se ponen de perfil, me recuerdan una vez más que Dinamarca, Suecia, Noruega y Holanda, los países que mejor puntúan en los ránkings de democracia y bienestar son todos no sólo monarquías, sino monárquicos. Y que han disfrutado todos ellos de la jefatura del estado de reinas muy competentes. Añaden con ironía que, en cambio, la lista de dictaduras republicanas de machos alfa en el planeta es interminable.

Suelo decirles a ambos que la disyuntiva no está entre monarquía o república sino entre lograr cuajar una sociedad y un estado tan maduro, próspero, estable y predecible que su forma de jefatura no sea relevante. De hecho, los mejores países cambian de gobierno y de partidos en él sin dejar de progresar, porque su futuro está garantizado por el amplio consenso de la prosperidad compartida.

Ese país es el objetivo que me planteo para nuestros descendientes. Y el desafío no es sólo dejarles un planeta mejor a nuestros hijos sino unos hijos mejores al planeta. Habría que empezar por enseñarles a evitar que nadie -y menos la Corona- tenga tanto poder como para permitirse una corina.

Lluís Amiguet es autor y cocreador de ‘La Contra’ de ‘La Vanguardia’ desde que se creó en enero de 1998. Comenzó a ejercer como periodista en el ‘Diari’ y en Ser Tarragona. Su último libro es ‘Homo rebellis: Claves de la ciencia para la aventura de la vida’.

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