La 'Máquina'

Supongo que me corresponde el triste honor de haber sido el último pereiodista que entrevistó a Santi García. Fue una larga conversación sobre el Reus Deportiu y el hockey de su época, junto a su inseparable Joaquín Vilallonga, amigos desde sus veraneos infantiles en Garraf, cuya empinada carretera era escenario de sus temararias aventuras sobre patines. Su primer par se lo regaló ni más ni menos que Joan Antoni Samaranch, buen amigo de su padre.

Llegó al Reus por intermediación de los hermanos Vilallonga, que ya habían fichado por el club, unos días antes del inicio de la temporada 1964-65, y hubo que montar un amistoso en la pista del Ploms para que pudiese jugar al menos un partido con su nuevo equipo antes del debut oficial. Se estrenó con unos patines prestados que le iban pequeños y aún se recuerda la bronca que soltó a sus nuevos compañeros al encajar su primer gol como rojinegro. Acabaron apodándole la Máquina, tanto por su capacidad para pararlo todo como para tocar las narices cuando tenía un día torcido.

En Reus se convirtió en el mejor portero del mundo y en base fundamental del mítico equipo que dominó el hockey europeo y mundial durante casi una década. Su nombre encabezaba aquel cinco que se sabían de carrerilla todos los aficionados al hockey y que se labró su leyenda jugándose el tipo en batallas épicas y pistas infernales.

De Santi García es el mejor símil que he escuchado para definir las bienvenidas que les tributaba la ciudad tras sus hazañas: «Nos recibían como a astronautas», me comentó ese día.

Aglutinó un palmarés descomunal tanto a nivel de club como de selección y vivió la época dorada del hockey. A la hora de hacer balance de una carrera plagada de títulos y reconocimientos, Santi García tenía una frase que resumía todos los sentimientos que le unían con su Reus Deportiu: «Siempre he dicho que mi mejor homenaje es haber jugado en el Reus». Descanse en paz.