La carta que guarda Artur Mas

Artur Mas juega con la capacidad de convocar elecciones que le otorga el Estatut

19 mayo 2017 22:58 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:25
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Sí, pero no. No, pero sí. El presidente de Cataluña, Artur Mas, ha abierto la caja de los truenos. ¿Habrá elecciones de carácter plebiscitario el 27 de septiembre? Pues, ya se verá. Un globo sonda hoy, otro hace un par de meses. Que nadie se llame a engaño. En este 2015 machaconamente electoral, es probable que no tenga lugar esta cita con las urnas, que podría recontar cuantos catalanes que quieren la independencia y cuantos la rechazan.

Cuando faltan varios meses para la fecha comprometida, Mas deja ver que tiene su ánimo dispuesto a cambiar, según vengan las cosas. Que Esquerra Republicana sigue ninguneando al Gobierno, restándole estabilidad, «recuerden que la potestad de convocar elecciones está en mi mano». Que las encuestas dan nuevos esquinazos a Convergència, habrá que esperar una mejoría en los dos años que quedan de legislatura. Que la marea judicial ahoga a la familia Pujol, se achica mejor el agua desde el poder. Que Duran Lleida amenaza con desgajar a Unió de Convergència, después de la tempestad viene la calma.

Abundan motivos para aplazar esa consulta. Entre ellos, la rotación que se avecina en el palacio de la Moncloa, vistas todas las encuestas. Con un presidente del Gobierno que no fuera Mariano Rajoy, el diálogo sería más fácil. Aquí no ocurrirá como con el embrollo de Rodrigo Rato, del que el Rajoy dijo que se había enterado por la prensa, aunque los votantes catalanes, irritados unos, satisfechos otros, no saben a qué atenerse. Los que defendían la conveniencia de conocer cuantos ciudadanos quieren la independencia de Cataluña y cuantos la rechazan, tendrán que esperar.

Artur Mas ha abierto la caja de los truenos porque guarda un as en la manga: la capacidad que le otorga el Estatuto de Autonomía de convocar elecciones. De ese modo, irrita a Esquerra Republicana que quisiera haber celebrado ya los comicios, y que los partidos con programa independentista se hubieran llevado ya el gato al agua.

También descoloca al Gobierno central porque las elecciones generales se han de celebrar a finales de 2015, y unas no pueden pisar a las otras. Si las papeletas en las urnas legislativas promovieran un gran cambio, lo más prudente sería esperar, analizar la nueva situación y replantear en consecuencia el proceso soberanista catalán que se ha demostrado ingobernable. La capacidad política de un Gobierno para tomar decisiones es amplia.

Y como recuerda el profesor y exministro de Educación de Felipe González, José María Maravall, en su libro El control de los políticos, si los ciudadanos quieren controlar a quien ocupa el poder, es para que éste lleve a cabo las políticas que motivaron su elección. Y si ha abandonado sus promesas electorales, para que garantice que ese cambio busca mejorar el bienestar de los votantes.

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