La cumbre de Barcelona

No hay fronteras y el riesgo es para todos los países si no se solucionan los problemas en cada uno de los afectados

19 mayo 2017 23:05 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:20
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El protagonismo del Mediterráneo emerge por los problemas que nos ocupan y desvelan a casi todos como el terrorismo y la inmigración. Sin embargo, hay otros sectores relevantes de la vida diaria que permiten el progreso y el desarrollo de la sociedad en su conjunto en busca de una clase media sólida y estable que contribuya a acercar las orillas de la desigualdad y de la injusticia, caldos de cultivo de casi todos los males que padecemos. La cumbre mediterránea de Barcelona ha reunido a ministros de ambas orillas para afrontar una etapa muy preocupante por el avance galopante de los terroristas que se manejan a sus anchas entre las costuras de sociedades de la tecnología y de la información. El Norte que sufre la lacra de jóvenes insatisfechos sin identidad clara, debe ser consciente de que el Sur padece el azote de un gran elevado número de ciudadanos lanzados al abismo más por necesidad que por convencimiento. El resultado de la Cumbre de Barcelona debería ser la aplicación real con los fondos necesarios de la política de vecindad de la Unión Europea para los allegados mediterráneos que pueden encontrar en esas inversiones, en ese desarrollo de sus propios recursos e industria en parte de la solución a unos problemas que no tienen fronteras. Esta es la clave para entender el peligro del terrorismo y de la inmigración incontrolada: no hay fronteras y el riesgo es para todos si no se soluciona en cada uno de los afectados.

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