La escasez de vacunas

La salud es un negocio para ellos, en tanto es un derecho inalienable y básico para las instituciones políticas y para la propia ciudadanía

03 febrero 2021 09:40 | Actualizado a 09 marzo 2021 19:53
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La Comisión Europea está fracasando relativamente en su intento de conseguir para los 448 millones de ciudadanos de la Unión la vacuna contra la Covid-19 en un tiempo prudencial. La inmunidad de rebaño sólo se conseguirá cuando hayan sido inmunizadas más del 60% de las personas, lo que no se logrará pronto si no se cumplen los contratos firmados con los tres fabricantes ya autorizados –Biontech/Pfizer, Moderna y AstraZeneca– y si no se incrementa la disponibilidad. Es patente que las grandes compañías farmacéuticas no acatan la voluntad política de la Comisión, sin ver que en Bruselas reside la capacidad legislativa que podría acotar seriamente el oligopolio sanitario, que, como es hasta cierto punto lógico, está más preocupado por la retribución a sus accionistas que por la salud de la humanidad en general y de los europeos en particular.

La salud es un negocio para ellos, en tanto es un derecho inalienable y básico para las instituciones políticas y para la propia ciudadanía. Las compañías farmacéuticas invierten en investigación, y su éxito ha quedado de manifiesto al haber conseguido situar en el mercado un abanico de vacunas contra la Covid-19 en menos de un año, pero ello no las exonera de cumplir unas normas de servicio público a la ciudadanía, entre otras razones porque reciben también copiosas subvenciones de los Estados.

La pandemia debería servir de lección a las administraciones sanitarias europeas y de nuestro entorno. En primer lugar, parece lógico recuperar para Europa una parte significativa de la industria farmacéutica por razones de seguridad y autosuficiencia sanitarias, así como mantener unos stocks de material de primera necesidad que permitan responder inmediatamente a cualquier emergencia. Y en segundo lugar, es necesario establecer fórmulas de control sobre las patentes, que han de permitir a las compañías que las logren amortizar la inversión y lograr un beneficio, dentro de unos márgenes razonables. No se puede especular con la vida, y la industria farmacéutica debe interiorizar esta evidencia.

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