La estabilización del PSOE

La dialéctica del bipartidismo sigue siendo el motor del progreso político

19 mayo 2017 23:03 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:22
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La salida del PSOE del poder tras las elecciones del 20 de noviembre de 2011 fue muy abrupta, y el partido quedó momentáneamente inhabilitado para gobernar a causa de un grave error conceptual y estratégico cometido por el gobierno saliente, mucho más invalidante que la opinable gestión de la profunda crisis que tuvo que capear. El error que cometió Zapatero, que ahora se ve con meridiana claridad y que acaba de reconocer el propio Felipe González en sorprendente revelación (que no ha tenido el eco mediático que merecía), consistió en no disolver fulminantemente las cámaras para convocar elecciones cuando se vio conminado por Bruselas a efectuar los recortes que efectivamente promovió en mayo de 2010.

En efecto, tras diversas vacilaciones de la comunidad internacional, del G-20, del FMI y de Bruselas sobre cómo había que encarar la crisis, que dieron lugar primero a medidas expansivas después descartadas -los Planes E no fueron una ocurrencia del Ejecutivo-, Zapatero se vio impelido a llevar a cabo una colosal rectificación impuesta por Bruselas. El día 5 de mayo de 2010, Rajoy había exigido en la Cámara Baja más recortes para contener el déficit y Zapatero se negó con un argumento que repitió varias veces: «No es una buena opción acelerar la reducción del déficit. Quien está equivocado es el PP sobre este asunto. Si uno hace una drástica reducción del déficit puede comprometer la recuperación». Una semana después, el 12 de mayo, Zapatero anunciaba lacónicamente nueve medidas que representaban el mayor recorte realizado jamás en democracia: congelación de pensiones, reducción de salarios públicos, eliminación del cheque-bebé. hasta un total de 15.000 millones de euros. Toda la política gubernamental quedaba arrasada de un plumazo, y aquél era sólo el principio de un ajuste que se sobrepondría al estallido de la burbuja inmobiliaria y a la generación en poco tiempo de un paro sin precedentes que alcanzó los seis millones de desempleados. Un año después, la posición de Zapatero era insostenible y no tenía más remedio que anticipar elecciones. que perdió Rubalcaba estrepitosamente.

Rubalcaba, que había sido pieza fundamental de aquel gobierno, no podía ser la solución de la decadencia socialista, y aunque ganó el congreso del PSOE frente a Chacón (también exministra de Zapatero) en 2012, tuvo que claudicar y que promover la apertura del partido en julio de 2014. Las primarias celebradas entonces, a las que se presentaron tres candidatos, promovieron una intensa renovación, incluso generacional. Ganó Pedro Sánchez, un perfecto desconocido en aquel momento.

Ocho meses después, Pedro Sánchez ha quemado etapas, se ha consolidado notablemente, el PSOE ha revalidado Andalucía y la vieja guardia socialista, con Felipe González al frente, ha dado al nuevo líder el espaldarazo que parece definitivo para consolidar una nueva etapa. Este pasado fin de semana, en la presentación de las candidaturas al 24 de mayo, el gran partido de centro-izquierda pareció resurgir y estar en condiciones de competir con las nuevas organizaciones que disputarán el espacio político al PP y al PSOE.

El cambio de modelo de representación parece irremediable, pero resulta tranquilizador que pervivan, convenientemente renovadas, las formaciones que representan los dos grandes vectores ideológicos que siguen disputándose las preferencias de la ciudadanía en el espacio democrático occidental. Aunque los tiempos han cambiado últimamente a gran velocidad, la observación -pongamos por caso- de lo que ocurre en los Estados Unidos indica que siguen pugnando los partidarios de un Estado benefactor con quienes presionan en sentido contrario para provocar un reflujo de lo público. Y esta dialéctica sigue siendo el motor del progreso político. También debe seguir siéndolo en España.

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