La factura del desgobierno

La falta de gobierno, o de un gobierno en funciones, es una situación perniciosa para cualquier país. No es cierto que la carencia de un Ejecutivo con todas prerrogativas no acarree consecuencias graves. Es cierto que la inercia administrativa cubre con automatismos las obligaciones más perentorias de las obligaciones del Estado, pero esta inercia tiene también fecha de caducidad. Poco a poco la situación se deteriora hasta provocar consecuencias graves que será difícil recuperar. La situación que vive España, sin gobierno central y con un gobierno autonómico mermado e incapaz de sacar adelante los presupuestos, está provocando ya perjuicios graves en numerosos colectivos como los pensionistas y los funcionarios. La revalorización de las pensiones en función del IPC, aprobada en la anterior legislatura, no puede hacerse efectiva por la condición de gobierno en funciones del gabinete de Pedro Sánchez. Del mismo modo, la paralización ejecutiva afecta al colectivo de funcionarios ya que la subida adicional del 0,25% no puede salir adelante ni por la vía del decreto-ley, ya que el carácter de gobierno en funciones no lo permite. A nivel general la paralización de la acción de gobierno, limitada a la intendencia fundamental, conlleva la parálisis de todos los proyectos de inversión pública. Esta inacción se suma al riesgo anunciado de desaceleración económica. El Banco Central Europeo ya ha anunciado que empleará todo un arsenal de medidas para que la situación no se descontrole. El último observatorio financiero del Consejo General de Economistas ha calculado que la falta de gobierno ya resta 3.600 millones al PIB español. La situación ya es amenazante. Pedro Sánchez presentó ayer un listado de 370 medidas en clave de política de izquierdas con el fin de atraer el apoyo de Pablo Iglesias y evitar la convocatoria electoral anticipada. Si desde la izquierda no cunde la razón y se aprestan a formar gobierno ya, deberían ser Ciudadanos y el PP quienes pusieran por delante el interés del país al de los propios partidos. Por pura responsabilidad.