La hora de los pactos

Los comicios municipales y europeos del 26-M celebrados ayer han cerrado el círculo iniciado hace doce meses, con la inesperada defenestración de Mariano Rajoy
 

27 mayo 2019 00:00 | Actualizado a 28 mayo 2019 18:26
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El resultado de los diferentes comicios celebrados ayer ha cerrado el círculo iniciado hace doce meses, con la inesperada defenestración de Mariano Rajoy. El PP ostentaba hace un año la jefatura del gobierno, la titularidad de todos sus ministerios, la presidencia de las dos cámaras, un dominio abrumador en el senado, una clara mayoría de la representación española en el parlamento europeo... Todo ello se ha evaporado, demostrando la creciente volatilidad política que domina el arranque del nuevo milenio. En la esquina contraria del ring, el PSOE era entonces una marca amortizada que miraba con pavor su posible sepultura (como le sucedió al todopoderoso partido socialista francés, obligado a bajar la persiana de su mítica sede parisina). Sin embargo, durante este período los de Ferraz han consolidado su posición en la Moncloa, han ganado con claridad los comicios europeos, han sido la fuerza más votada en la mayoría de comunidades autónomas, y han teñido de rojo gran parte del mapa local español.

Efectivamente, ayer quedó constatado que la victoria socialista de abril no fue flor de un día, sino el aviso de que el péndulo había alcanzado su punto más alto y comenzaba a tomar velocidad en sentido contrario. Sin embargo, el PP tiene también dos motivos de peso para respirar tranquilo tras los resultados de anoche: por un lado, conserva gran parte de su poder local y recupera la alcaldía y el gobierno madrileños; y por otro, mantiene con claridad la primera posición en el bloque conservador frente al envite de Ciudadanos, un partido oportunista de principios demoscópicos cuya superficial estrategia, cada vez más centrada en el éxito mediático que en la consistencia argumental, ha terminado por convertirlo en una formación menor. En ese sentido, el 26M permite a Pablo Casado tomar aire y apunta al regreso del bipartidismo.

Ha quedado constatado que la victoria socialista de abril no fue flor de un día, sino el aviso de que el péndulo había alcanzado su punto más alto 

Las escasas jornadas que han separado el inicio de los ciclos electorales (el estatal por un lado, y el europeo y el territorial por otro) han sido el motivo fundamental por el que, un mes después de los comicios generales, aún no sepamos el pacto de legislatura que servirá como sustento al nuevo gobierno español. A pesar del notable retroceso de Podemos, su apoyo será fundamental en la configuración de múltiples mayorías autonómicas y municipales a partir de hoy, un resorte que sin duda Pablo Iglesias aprovechará para forzar su entrada en el nuevo ejecutivo de Sánchez. Nadie duda de que rojos y morados desean alcanzar un pacto que beneficiaría a ambas partes, pero este tipo de entendimiento no siempre es sencillo. Al igual que sucede en otro tipo de acuerdos, como los comerciales o los laborales, los gestos tienen una importancia capital para llegar a buen puerto, y por ello conviene evitar determinados planteamientos de base que pueden ser entendidos como síntomas de suspicacia y prevención, una circunstancia capaz de desbaratar la más bienintencionada de las negociaciones. Si ambas partes desean caminar de la mano a partir de ahora, deberán dar los pasos adecuados para generar confianza en una relación que nace con vocación de durabilidad.

A nivel catalán, dos eran los puntos de interés electoral: la alcaldía de Barcelona y la pugna independentista en las europeas entre Junqueras y Puigdemont. En el primer caso, un puñado de papeletas ha sido suficiente para que ERC sea el partido más votado de la ciudad condal. Sin embargo, el expresident ha obtenido más votos en Catalunya que la candidatura republicana. La lucha por la hegemonía en el seno del soberanismo sigue todavía sin decidirse.

Por último, en clave municipal, Josep Fèlix Ballesteros ha revalidado su triunfo en Tarragona, demostrando su inagotable capacidad personal para concitar el respaldo de sus vecinos elección tras elección. Sin embargo, los populares locales, socios del PSC durante los últimos tiempos, han sufrido una debacle sin paliativos, probable consecuencia de la descapitalización de su lista municipal, tras la marcha de Alejandro Fernández a Barcelona y Jordi Roca a Madrid. Esta circunstancia, junto a la pérdida de dos concejales socialistas, permite la conformación de una alternativa de gobierno en torno a Pau Ricomà. Ballesteros tiene aún la posibilidad de pactar con ERC, aunque todo apunta a que los republicanos intentarán hacerse con la alcaldía gracias al respaldo de JxT, Comuns y CUP. Corren vientos de cambio en la plaça de la Font.
 

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