La incertidumbre ahoga la economía

No parece que la campaña electoral que se avecina vaya a cambiar la tendencia al desánimo que nos abruma

 

23 noviembre 2017 21:12 | Actualizado a 23 noviembre 2017 21:14
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Las entidades bancarias fueron las primeras en trasladar su sede social fuera de Catalunya en cuanto el procés soberanista tomó rumbo a lo desconocido. El potencial de marca y el peso específico de entidades como CaixaBank y Sabadell otorgó a la decisión un grado de espectacularidad muy fácil de ser explotado políticamente. Por una parte los soberanistas trataron de quitar hierro a la decisión con el argumento de que un traslado de sede social no afecta a los servicios ni a los centros de trabajo. Pero a renglón seguido, las compañías que habían tomado la decisión de emigrar avisaban de que la decisión no era provisional y que el retorno es una posibilidad muy remota. Cierto también que el Gobierno central, con ánimo avieso, tendió la alfombra roja a los tomaban las de Villadiego con un decreto que permite a las empresas decidir el cambio de sede social sin necesidad de la aprobación de la junta general de accionistas. Sin embargo, con todas las maniobras interesadas, que las ha habido, detrás de las marcas de relumbrón se está produciendo una sangría de pequeñas empresas que deciden asegurar su estabilidad económica y fiscal realmente preocupante. La aplicación del 155 y la subsiguiente distensión tras unos días de gran desasosiego ha desacelerado la huida, pero en el goteo continua. 
El clima de inseguridad y de incertidumbre, enemigos principales de la economía, ha comenzado a extenderse de forma significativa a sectores especialmente sensibles como el inmobiliario. Ayer dábamos cuenta de la paralización que está sufriendo la compra-venta de viviendas, con el fenómeno añadido de la puesta en el mercado de segundas residencias propiedad de veraneantes de otros puntos de España. Catalunya ha dejado de ser un destino amable y aquí entroncamos con el riesgo que supone para la próxima campaña turística. El grado de desmotivación social ha llegado a incidir en la venta de entradas de los espectáculos. Y no parece que la campaña electoral que se avecina vaya a invertir la tendencia al desánimo.

 

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