La indignación toma las calles

Tras las multitudinarias manifestaciones en las calles de Catalunya el Rey pronunciaba su primer mensaje en un tono duro que  avala la política del gobierno de Rajoy

03 octubre 2017 20:02 | Actualizado a 03 octubre 2017 20:07
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Tarragona y Reus, al igual que las principales ciudades de Catalunya, vivieron ayer manifestaciones multitudinarias en protesta por las cargas policiales del pasado domingo. El seguimiento del paro de país que se sumaba a la huelga convocada desde la pasada semana por los sindicatos minoritarios, tuvo un seguimiento generalizado. Nuevamente quedó demostrada la indignación creciente que se está apoderando de Catalunya sin que se vislumbre por parte de los gobernantes ninguna iniciativa que conduzca a una solución del grave problema. Más bien al contrario. El Gobierno central y el Govern de la Generalitat prologan cada día su guerra con el cruce de declaraciones explosivas y el anuncio de querellas y denuncias. Por la noche comparecía el Rey para dirigirse a los españoles a través de un mensaje televisado. Es la primera vez que Felipe VI dirige una alocución televisada fuera del tradicional mensaje navideño. En un tono de firmeza nunca utilizada por el joven monarca, Felipe acusó a las «autoridades autonómicas» de «deslealtad inadmisible» a los poderes del Estado y de «dividir a la sociedad catalana». En referencia a los catalanes que no comparten el rumbo tomado por la Generalitat, aseguró que «no están solos ni lo estarán» y terminó con «un firme compromiso de la Corona con la Constitución y la democracia». Por la escenografía, por el tono, por el lenguaje gestual y por los términos empleados, el Rey dio anoche un cheque en blanco al Gobierno para aplicar en Catalunya las medidas que considere necesarias para impedir  el «inaceptable intento de apropiación de las instituciones». Es decir, no cabe esperar por parte de la Corona ningún papel mediador. Las tesis del Gobierno de Rajoy se han impuesto totalmente y no han permitido que el Rey aporte el más mínimo resquicio de esperanza en la búsqueda de soluciones políticas a través del diálogo, la negociación y el pacto. La monarquía podía haber mostrado alguna comprensión con los anhelos de muchísimos catalanes. Quizás habría ayudado a buscar una solución. Pero tampoco.

 

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