La infanta Cristina

¿Cuántas esposas no desconocen los manejos empresariales de sus maridos'

19 mayo 2017 23:57 | Actualizado a 20 mayo 2017 21:39
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Hay gente, mediática y peatonal, que no quiere perderse el morbo de ver a una infanta en prisión y, en la espera, descarga sus críticas contra el fiscal Horrach porque no reclama para la infanta Cristina una condena de privación de libertad, igual que para su marido, Iñaki Urdangarin. Nadie parece pararse a discernir si el fiscal está equivocado o tal vez tiene razón al liberarla de responsabilidad en las actividades empresariales ilícitas y de cualquier actuación delictiva más allá de compartir el dinero que aportaba su marido a la economía familiar.

El abogado defensor, Miguel Roca, ha pedido que su expediente sea sobreseído. Ella, en su declaración ante el juez, alegó su desconocimiento de bastantes de las cuestiones que le fueron planteadas y muchos enseguida la acusaron de no decir la verdad cuando negaba estar al tanto de algunos detalles de las actividades de la Fundación origen del proceso. Y, bien mirado, parece bastante lógico y explicable que su desconocimiento sea cierto. La infanta tenía una actividad profesional diferente, al margen de la que desarrollaba su marido, y bien puede ser verdad que no ha tenido participación en ellas.

Para empezar, convendrá recordar que la infanta Cristina se crió en un ambiente en el que disponía de servicio y holgura económica como para no tener que preocuparse de las cuestiones domésticas. Cuando se casó no estaba acostumbrada al manejo de una casa y en cambio tenía trabajo en La Caixa, donde desempeñaba labores que le ocupaban tiempo y atención. Todo sin abandonar sus obligaciones como miembro entonces de la Familia Real lo que la obligaban simultáneamente a desempeñar una constante vida pública asistiendo a actos oficiales y realizando frecuentes viajes tanto por España como al extranjero.

Conociendo su actividad pasada, que compatibilizaba con la atención a cuatro hijos pequeños a los que también dedicaba tiempo, enseguida se concluye que poco margen le quedaría para estar al tanto de la gestión que su esposo desarrollaba en sus negocios. Alguna vez intercambiaría algún comentario con él, puso su nombre al servicio de esas actividades y quizás firmó algún papel sin fijarse en su contenido, pero de ahí a atribuirle participación directa en los asuntos que se juzgan, hay diferencia. ¿Cuántas esposas en España no desconocen los detalles de los manejos empresariales de sus maridos y viceversa?

Pero estas razones, que según el fiscal la dejan al margen de responsabilidades penales, hay personas, ya digo, que no las entienden o no las quieren aceptar. Si la infanta no es condenada, seguirán pensando que ha sido por su apellido y no precisamente porque la justicia es igual para todos, tanto a la hora de condenar como a la horade eximir de culpas. Decisiones a menudo discrepantes de las condenas populares que jueces y magistrados no tienen otro remedio de enfrentar.

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