La infelicidad, en el día de Sant Jordi

Nos falta algo para ser plenamente felices y casi siempre lo buscamos en los aspectos materiales cuando esa búsqueda habría que realizarla en nosotros mismos

22 abril 2021 10:00 | Actualizado a 22 abril 2021 10:58
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Un discípulo, apesadumbrado y tras muchos años de búsqueda de la dicha y la paz, acudió a su maestro y le dijo:

Maestro querido, los años van transcurriendo como las aguas de los ríos. Ya no soy joven, los años han comenzado a pesarme y me doy cuenta de que no logro encontrar la felicidad. Algo está fallando en mí. Siento tristeza, amargura, a veces un poco de contento o satisfacción, pero la dicha suele ser preludio de la desdicha.

El maestro asintió con la cabeza, sin perder su sonrisa tranquilizadora.

Así es la vida, así es. Quiero que prepares un tazón con leche dulce y se la des a probar a un enfermo grave. Después vuelve a mi lado y me cuentas lo que ha sucedido.

Así lo hizo el discípulo. Buscó un enfermo muy grave y le dio a probar la leche dulce. El enfermo, sin embargo, al probarla, hizo una mueca de desgana y asco, diciendo con voz entrecortada: ¡Qué amargo es esto!

El discípulo volvió junto a su maestro y le contó lo sucedido. ¿Lo ves querido discípulo? Cuando se está enfermo, hasta lo más dulce es amargo. Cuando la mente no ha hallado el perfecto equilibrio y la ecuanimidad, se extravía en placeres y pesadumbres, pero no encuentra ninguna dulzura en lo que experimenta, como ese hombre enfermo que sólo sentía sabor amargo en la bebida dulce que tú le ofreciste.

Simplemente la felicidad no es una experiencia, sino un estado; no es una meta, sino el «aquí y ahora» desde la quietud a la ecuanimidad. No es algo a alcanzar, porque lo que se adquiere se pierde, sino que es una «simiente» que mora dentro de uno mismo y hay que dejarla germinar. En mi vida, yo he encontrado diversión, placer y dolor, pero creo que de lo efímero no puede brotar la dicha verdadera. La parábola del hijo pródigo, que es muy significativa: Cuando el hijo pródigo deja el hogar descubre que él mismo no ha creado para sí más que sufrimiento, decide volver a éste (digamos el hogar interior) y reconciliarse con el padre (que es su naturaleza verdadera, su ser más genuino). Esta parábola, creo, es una invitación clara a buscar la dicha y sosiego dentro de uno mismo, lo que no quiere decir, naturalmente, que no tratemos de mejorar nuestras condiciones materiales.

A veces parece, que aquellos que ya tienen sus necesidades básicas cubiertas están en mejor situación para desarrollar sus capacidades interiores, para ser más felices. Pero la mente siempre tiende a engañarnos con sus triquiñuelas, ya que está insatisfecha y es compulsiva y, en consecuencia, nos enreda más y más en lo aparente y nos distancia de lo esencial. Es su naturaleza: siempre hábil para generar equívocos, tensiones, conflictos, contradicciones y enredos sin fin.

Recuerdo, un comentario de un eremita que salió de su retiro después de largos años, al volver a la sociedad y al comprobar cómo iban las cosas, dijo: «¡Vaya montón de mentes locas!». Vivimos en una sociedad materialista, colmada de abundancia, bienestar y comodidades (para algunos) pero a menudo somos infelices y no sabemos muy bien por qué (aunque lo intuimos). Nos falta algo para ser plenamente felices y casi siempre lo buscamos en los aspectos materiales cuando esa búsqueda habría que realizarla en nosotros mismos.

Pero ¿qué es ser infeliz, concretamente? Yo defino a la infelicidad como un sentimiento de insatisfacción provocado por mil circunstancias distintas. La felicidad, por el contrario, se ha definido poéticamente como tener suerte y nada más. Suerte de tener salud, de amar de ser amado, de no sufrir privaciones… El dinero no da la felicidad, decimos. Otras personas que son pobres dicen ser más felices ¿qué está pasando entonces? Pues sencillamente que vivimos en una sociedad cortoplacista, lo queremos todo ya, a corto plazo y no estamos dispuestos a sacrificarnos por nada, somos egoístas, escasamente solidarios, intransigentes, no soportamos la frustración… y esto es lo que nos conduce a la infelicidad.

He querido hacer este escrito de la «infelicidad» por los momentos difíciles y complicados que estamos atravesando en el mundo, España y en Catalunya más concretamente. Esta historieta si la leemos tranquilamente, nos lleva a la realidad actual de lo que está sucediendo.

Cinco son los problemas que tenemos principalmente todos: «el hambre en el mundo», «la desigualdad», «la contaminación», «el acceso al agua potable» y finalmente «los conflictos», que, si los analizamos son la principal causa del hambre, pero además su consecuencia más grave es el desplazamiento forzoso de miles de personas, que tienen que abandonar sus hogares, para salvar sus vidas. Existen en consecuencia, muchos problemas en este mundo que deben de preocuparnos en estos momentos, además de la «pandemia» y los comentados. Pero lo urgente y necesario es el tomar las medidas para cambiar el entorno que los rodea y vivir en un mundo mucho mejor.

Si nos centramos en nuestra especial Catalunya, no se puede llegar a comprender que después de dos meses y pico de las elecciones ERC y JxCat, sigan sin ponerse de acuerdo para «gobernar» con firmeza y así atajar los «conflictos» mencionados. Que incluso ya propongan el «fantasma» de nuevas elecciones por no enterrar definitivamente el 1 de octubre, olvidando que el país necesita ya un Govern que administre y gestione bien y además venza las trabas del Estado.

Parece mentira (bueno de mentir se miente, más que se habla) que «seres humanos» no diré «personas» (que eso es otra cosa) que están al frente de las tomas de decisiones de convivencia generales de un país, no se den cuenta del % tan elevado de «infelicidad» que están creando, primero material y después moral, por su falta de «lógica- justicia gubernamental».

Hoy día de Sant Jordi, quiero mandar un mensaje que me sale de muy adentro, entre otras cosas por ser el santo de algunos de ellos:

Aquest San Jordi, tan especial, no alliberem princeses, ni matem dragons. Lluitem per treure la nostre gent dels conflictes i de les presons.

Qué amargo veo el futuro, aunque la leche lleve miel… cuando la meta debe de ser dejar un mundo mejor para todos, pero hay «algunos» que quieren hacernos cada vez más «infelices» qué pena, Si el morir fuera dos veces, nadie se condenaría… ¿verdad…?

Josep Muñoz i Gràcia: Asesor fiscal.

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