La libertad

Hay un proyecto totalitario y criminal en los asesinos de París

19 mayo 2017 23:46 | Actualizado a 22 mayo 2017 11:25
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Los asesinos que han provocado una matanza en París atacan por igual la libertad en Francia y en Túnez, pretenden el poder, han decidido que la verdad habita en ellos y que el construido como enemigo no merece vivir por ser infiel. Muerte a los blasfemos, gritan todos los fanáticos. Sean blasfemos una niña, Malala, que quiere ir al colegio en Pakistán, o un periodista que pretende contar lo que pasa en cualquier país del mundo.

Ese último disparo al policía que yace herido en el suelo, después de llamarle perro, retrata de manera brutal la mezcla de fanatismo político y religioso, revela la identidad asesina de los autores de la matanza, almas gemelas de otros terroristas que conocemos.

Los totalitarios no soportan la ironía, no hay cosa que irrite más a un dictador que le caricaturicen, que le desarmen con viñetas y palabras. Charlie Hebdo, heredero del mítico Hara-Kiri, con dibujantes que vienen del Mayo del 68, como Wolinski, 80 años, y Cabu, 77, se vienen riendo y haciendo reír de todo lo que se le pone a mano: religiones, políticos -¡incluído De Gaulle después de muerto!-, artistas. Humor ácido, irreverente, laico. Charb, el director asesinado como los otros dos dibujante, hizo una demostración de tener más dignidad que miedo cuando dijo que prefería «morir de pie, antes que vivir de rodillas», después del primer ataque terrorista que sufrió la revista satírica, en 2012.

Decidir sobre la vida del otro, arrebatarle la vida, es una forma suprema de ejercer el poder. El terrorista asesina a uno, o a doce, para ejercer el poder y para sembrar el miedo entre miles, que es otra forma de imponerse.

Después de la matanza de Utoya (2011), cuando otro fanático asesinó a 92 personas -alguna de las jóvenes víctimas suplicaban a Anders Breivik que no los matara-, el presidente noruego anunció que la matanza no cambiaría su forma de vida, basada en la libertad, en la democracia, en la ausencia de odio. Una hinchazón de odio, un entrenamiento en el odio, una rumia continuada en el odio es lo que lleva a los criminales a exterminar a los definidos como odiados. Odio, muerte y miedo, las tres patas de todos los terrorismos.

No cabe en la matanza de París el contexto exculpatorio al que se suele tender, la búsqueda de supuestos empates justificatorios, la sensación de culpa de los afines a las víctimas, el momento adversativo según el cual el crimen esta mal, pero es que no se pueden tolerar tanta irreverencia en las portadas. Son los musulmanes fanáticos los que asesinan a más musulmanes.

Hay un proyecto totalitario y criminal en los asesinos de París, lo hay en quienes rebanan el cuello ante las cámaras a los infieles. Se trata de combatirlo con libertad.

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