La necesidad de una política industrial europea efectiva

Esta 5ª edición de la Guía de excelencia empresarial de Tarragona llega a nuestras manos en un entorno económico marcado por las primeras señales de desaceleración de la economía, de reducción en la producción industrial alemana y de los primeros informes técnicos sobre si estamos entrando o no en una nueva fase de recesión económica.

En este contexto, hace unas semanas, apareció en  la  prensa  un artículo del profesor Xavier Vives, donde comentaba el manifiesto de los gobiernos de Francia y Alemania a favor de una «política industrial europea para el siglo XXI».  A pesar de ser una declaración que surge como una respuesta impulsiva  contra el bloqueo de la Comisión Europea a la fusión de las empresas Alstom y Siemens, también defiende la necesidad de una estrategia industrial europea  frente a las amenazas de la competencia  en una economía global, y particularmente la proveniente de la China.

Pero, en cualquier caso, este manifiesto vuelve a poner sobre la mesa los aspectos clave para impulsar la competitividad de las industrias europeas. En primer lugar, la necesidad de una gran inversión en innovación disruptiva, focalizada especialmente en los ámbitos de salud, energía, cambio climático, seguridad, microelectrónica, robótica y tecnología digital.

Sin embargo no se explicitan los mecanismos concretos de como conseguir estos objetivos, ni de los recursos financieros y presupuestarios necesarios. Siendo este, en demasiadas ocasiones, uno de los puntos débiles de las políticas industriales: después de identificar correctamente los objetivos y los instrumentos, no se dispone de la financiación necesaria para conseguirlos.

Otra propuesta es la adaptación de las normas regulatorias para facilitar  la formación de empresas que actúen como «campeones europeos». Para ello es necesario compensar las subvenciones recibidas por competidores extranjeros y revisar las reglas de control de fusiones empresariales. 

Aunque la falta de capacidad competitiva global de las empresas europeas se debe más a que el mercado interior europeo no está integrado plenamente y a la falta de una política tecnológica y de innovación común, que no a un bajo nivel de concentración de las industrias europeas.

De este modo, en un contexto marcado por la incertidumbre sobre la evolución económica inmediata y el aumento continuado de la competencia internacional, se hace más evidente la necesidad de impulsar de forma efectiva una política europea de innovación tecnológica, basada en una política de I+D mucho más ambiciosa con unos presupuestos suficientes.