La nueva pobreza

Espero que hayamos aprendido algo de la última crisis y esta vez sí rescatemos a las personas

18 mayo 2020 07:00 | Actualizado a 19 mayo 2020 11:40
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Ayer venía de camino al trabajo cuando una mujer acompañada de una niña de unos diez años se dirigió a mí. Ambas llevaban mascarilla e iban bien vestidas y aseadas. Nada que a priori indicara el motivo de su acercamiento. Con extrema timidez y guardando la distancia de seguridad, la mujer, con un hilo de voz apenas audible, me preguntó de forma muy educada si podía ayudarla con algo de dinero. Se sentía visiblemente avergonzada. También lo estaba su hija. No hacía falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que era la primera vez que aquella mujer abordaba a un desconocido para pedirle dinero. Ella me lo corroboró. La habían despedido en marzo. Su sueldo no era gran cosa, pero le permitía ir tirando, comer y pagar las facturas. Sin lujos, pero sin pasar grandes necesidades. Durante este tiempo de confinamiento se había comido los pocos ahorros que tenía y, desesperada, sin hallar otra solución, salió a la calle en busca de ayuda. Pensé en la situación de desesperación en que se debía hallar para someterse a aquel trago, pues era evidente de que se encontraba sumamente incómoda. Estaba especialmente preocupada por la educación de su pequeña. «Ya no puedo pagar internet, y me da miedo que se quede rezagada en la escuela. Es muy lista». Su situación me estremeció. Sobre todo, porque era la imagen de la actual crisis, la de cualquiera de nosotros, la de una familia que jamás ha necesitado una ayuda social y que ahora se ve obligada a mendigar. Maldito virus. Espero que hayamos aprendido algo de la última crisis y esta vez sí rescatemos a las personas. Antes que cualquier otra cosa.

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