La ola cero

El sufrimiento que brota de la violencia del racismo, la xenofobia, el fascismo o la corrupción política no llegó con la pandemia

10 febrero 2021 06:30 | Actualizado a 10 febrero 2021 07:25
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No tengo muchas opciones para decir lo que quiero decir sin que parezca que estoy a punto de volverme loco. Según se rumorea, la cuarta ola será la de las enfermedades mentales. A estas alturas, sería chocante que alguien no advirtiera que nuestro mundo afectivo está siendo oprimido por una sucesión de cambios surrealistas que bien podrían inspirarse en las películas de Buñuel cuyo enredo nuestra sapiencia todavía no alcanza.

El contagio se ha manifestado allí donde los médicos no han podido meternos un palito ni una prueba serológica. Se trata del desajuste de nuestro mundo interno y externo, de nuestro ser más profundo. Nuestra salud mental es el epicentro de todo lo que hacemos y sin esta nuestra existencia es quebradiza y frágil. Lo que llamamos sufrimiento es la expresión de ese desgaste emocional que nos arrastra hacia un fuerte sentimiento de soledad y de desconsuelo. Y no es bueno vivir así mucho tiempo, en suspense, abnegados por una privación cuyos efectos siguen lastimándonos.

Categorizar la cuarta ola como la de las enfermedades mentales nos distancia de la realidad y nos dibuja una imagen del sufrimiento falseada. ¡Ningún virus ha inventado el sufrimiento! El sufrimiento preexistía antes de la pandemia, en lo que podríamos llamar la ola «cero». No nos engañemos más, por favor. Darle a la pandemia la importancia de liderar la totalidad nuestro desánimo -como si esta tuviera la exclusividad de todo el sufrimiento que existe hoy en la faz de la tierra- me parece desatinado y hasta cierto punto malicioso. El sufrimiento que brota de la violencia del racismo, la xenofobia, el fascismo o la corrupción política no llegó con una pandemia.

¿Cuántas veces a lo largo de las últimas décadas el sufrimiento ha sido fabricado por nosotros y utilizado, también, en nuestra contra? Me sonrojo cuando digo que ser víctimas de un virus no significa que hayamos dejado de ser, al unísono, testigos de toda variedad de atrocidades hacia personas que van a ser víctimas del sufrimiento igual que nosotras.

Ser víctimas de un virus no significa que hayamos dejado de ser testigos de toda variedad de atrocidades hacia personas que van a ser víctimas del sufrimiento igual que nosotros

¿Qué sucedería hoy día si tuviésemos la capacidad de percibir el sufrimiento de los demás con la misma intensidad que el nuestro? ¿Qué pasaría si cada vez que un refugiado muriera ahogado en el mar fuésemos capaces de darnos cuenta, de percibir, la totalidad de la angustia de su familia? Si nuestra especie fuera capaz de darse cuenta de ello: ¿seguiríamos consintiéndolo como quien oye llover y no se moja?

Antes de que nos convirtamos en el sombrerero loco de Alicia en el País de las Maravillas, sería bueno volver a la ola «cero» y poner en cuarentena todo lo que nos enloquece y que nada tiene que ver con esta pandemia sino con una barbarie refrendada con nuestros votos.

Si saben a qué me refiero me basta con que no lo olviden.

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