La paciencia

Esta pandemia ha puesto en evidencia lo que el ser humano puede hacer de bueno y de malo

07 abril 2021 10:52 | Actualizado a 07 abril 2021 10:56
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La sabiduría popular afirma que la paciencia es la madre de la ciencia. 

Es decir, que aguantar es vencer, como decía el otro. Se suele colocar entre las virtudes más destacadas, desde que un judío llamado Job la puso como insignia del buen talante.

Ahora, en el sigo XXI, nos ha tocado tener paciencia con la pandemia galopante que padecemos desde febrero de 2020.

Esta pandemia ha puesto en evidencia lo que el ser humano puede hacer de bueno y de malo.

Los/as sacrificado/as de bata blanca han dado mucho más de lo que se esperaba, a pesar de haber sido objeto de descuidos, mentiras e incluso tergiversaciones por parte de los que, desde arriba, tenían que haberles puesto en palmitas. Todo es poco para esas personas que llevan más de un año en el tajo de la sanidad. Porque una cosa es poner una venda o coser tres puntos e incluso cambiar la ropa de cama, y otra ver sufrir y morir cada día, cada día, decenas y decenas de ciudadanos de toda clase y edad.

Es un desgaste que no puede compensar el mísero regalo de unas subidas de salarios o confirmación de empleo que, en muchos casos, ni siquiera se ha producido. La miopía –léase mala conducta– de algunos dirigentes, ha contrastado con aquella labor, que continúa y seguirá porque el bichito se ha quedado por muchos años.

Paciencia es lo que les ha faltado a muchos jóvenes a los que cualquier atadura, aunque sea externa a los poderes públicos como es la pandemia, les parece una dictadura insufrible, y de forma irresponsable –hay una juventud responsable también– alborotan y provocan a los demás y a las fuerzas de orden público, cuya paciencia creemos que ya ha sido bien puesta a prueba. Con paciencia hemos aprendido a  hacer colas para comprar, para ponernos una vacuna o dos. A llenar las horas de confinamiento solos o en compañía, teniendo paciencia con quienes apenas se convivía.

Y ahora hemos de practicar la paciencia con nuestros queridos políticos, incapaces, después de quince meses, de ponerse de acuerdo en las cosas importantes de la vida; no en si ese sillón es de nuestro color o si merece la pena perder la honradez por un escaño más o menos. Paciencia, hecha de paz y de ciencia. 

Ángel Camacho: Abogado y periodista.

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