La pesadilla, según Rajoy

Rajoy sigue convencido de que los españoles son bobos, y no ven, ni sienten, ni padecen...

19 mayo 2017 23:24 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:46
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Un Rajoy descolocado por la acometividad de su principal oponente en el Congreso, y acaso más banal que nunca, osó mencionar la pesadilla que para una gran mayoría de españoles viene suponiendo la antisocial, empobrecedora y despiadada política de su Gobierno. Pero no se refirió a ella en términos de arrepentimiento ni de propósito de enmienda, pues no estaba pidiendo perdón por el inmenso daño causado, sino para proclamar que la pesadilla había terminado. O Rajoy sigue convencido de que los españoles son bobos, y no ven, ni sienten, ni padecen, o no sabe qué es una pesadilla. O las dos cosas.

Respecto a lo primero, puede que el presidente del Gobierno tenga tan bajo concepto de la inteligencia de sus compatriotas por el hecho, inexplicable ciertamente, de haberle éstos votado un poco en masa, lo suficientemente en masa como para entregarle la gorra de plato de la mayoría absoluta. Es cierto que ganó con mentiras, con promesas vanas, pero también lo es que se necesitaba mucha inocencia, mucha alma de cántaro, para creérselas, de suerte que la tontería de ponerle ahí, donde ni remotamente alcanzan ni su sensibilidad ni sus capacidades, la han pagado ya con creces los que le votaron y los que no le votaron, y como la vida es injusta, éstos últimos bastante más, en líneas generales, que los primeros. Respecto a la segundo, Mariano Rajoy no sabe lo que es una pesadilla más allá de lo que pueda atormentarle un sueño propio en una mala noche.

El día que apalabró con los prestamistas internacionales la entrega de buena parte de los bienes personales y del bienestar general de los españoles, el día del rescate a la banca, despachó rápido el trámite de anunciárselo a las víctimas porque tenía que coger un avión para irse al fútbol. Esa pesadilla, presente en la vigilia merced a la imborrable imagen de aquello y de sus consecuencias, y no digamos en el sueño agitado y roto, imposible, de las innumerables víctimas de aquél golpe, no ha terminado. A él se debe, y también, cuando algún día los españoles despierten de ella, el mal cuerpo que se les quede.

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