La polémica por el Teatre Romà

La solución de estructura metálica para reinterpretar el Teatre Romà ha suscitado todo tipo de críticas ácidas.

 

18 abril 2018 18:38 | Actualizado a 18 abril 2018 18:51
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La actuación que se ha llevado a cabo en el Teatre Romà no gusta a nadie o a casi nadie. Antes de su apertura al público en general el 19 y 20 de mayo con motivo de la celebración del festival Tarraco Viva, Generalitat y Ayuntamiento han mostrado el monumento a expertos y representantes políticos y vecinales. La solución ha merecido escasos elogios, más bien ninguno, si bien desde la oposición municipal se ha sido generoso con el uso de los eufemismos. «El público en general no interpretará el espacio», ha dicho diplomáticamente la portavoz de ICV-EUiA, Arga Sentís. El portavoz del PDeCAT, Didac Nadal, ha sido menos diplomático, pero se ha contenido con un escueto «no me gusta». Con menos remilgos se ha despachado el líder de Ciudadanos, Rubén Viñuales, que ha soltado un «es horroroso», sólo superado por la representante vecinal Carmen Puig y su frase lapidaria: «La estructura es un mamotreto». Es evidente que, con esta carta de presentación, es previsible que la rehabilitación del Teatre Romà sufra toda suerte de escarnios en cuanto se someta al dictamen ciudadano. Sin embargo, antes de dar rienda suelta a la crueldad conviene escuchar los argumentos de los técnicos que han diseñado la recuperación del espacio. En primer lugar es evidente que el grado de degradación del Teatre (en cuyo interior llegó a existir un molino de aceite) da escaso margen a una recuperación visualmente generosa. Como ha dicho el arqueólogo responsable de la actuación, Toni Gironès, se ha pretendido que «la visita al monumento sea una experiencia que permita reconstruir y poner en valor las piedras originales que quedan en el Teatre». El visitante, situado en las gradas metálicas (el «mamotreto» en palabras de la líder vecinal), podrá experimentar la experiencia que vivía el espectador romano que asistía al espectáculo. La polémica está servida porque, como ha sentenciado la concejal de Patrimonio, Begoña Floría, «en Tarragona todos los proyectos arqueológicos generan debate». Un debate que siempre se suscita a pelota pasada.

 

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