La política ha dimitido del problema catalán

Hasta ahora hemos visto mucho procedimiento jurídico y muy pocas iniciativas políticas. Debería ser al revés

 

04 noviembre 2017 16:40 | Actualizado a 04 noviembre 2017 16:42
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Una de las grandes falacias en las que el independentismo ha erigido su utopía ha sido en el apoyo de Europa. Pese a que las señales en este sentido eran todas negativas desde un principio, el discurso del mediático conseller de «Asuntos Exteriores», Raül Romeva, seguía insistiendo en la creencia de que, una vez proclamada la república catalana, lloverían las cartas credenciales desde todas las embajadas y cancillerías del mundo. No ha sido así. Ni siquiera los países más proclives a apoyar la independencia de Catalunya, como podrían ser los más profesos del concierto internacional, han realizado el más mínimo gesto de amparo. El portazo ha sido general. Sin embargo, un éxito hay que reconocerle al ‘procés’. Ha conseguido situar el conflicto en todos los medios de comunicación del mundo. El logro hay que anotarlo en la hoja de servicios del lumbreras del Gobierno español que dio la orden de cargar contra la gente que acudía a votar el 1-O. Aquellas imágenes violentas han puesto el foco mundial sobre Catalunya y no precisamente para bien. Un nuevo error, el encarcelamiento de una parte del Govern, redunda en la misma herida. Europa se ha puesto de perfil en el conflicto catalán bajo el manido argumento del «asunto interno», y todo indica que persistirá en esta actitud por mucho que, como pretenden los abogados de Puigdemont, intenten internacionalizar el conflicto.
Aunque no lo quiera, la pelota está en el tejado de Rajoy y de nada servirá parapetarse detrás de la Justicia. Evidentemente los tribunales seguirán su curso adoptando decisiones sin atender a razones que no respondan a los meros argumentos jurídicos. Pero esperar que la solución al problema catalán provenga de la actuación de los tribunales es de una falta total de visión cuando no una irresponsabilidad. Hasta ahora hemos visto mucho auto, mucha demanda, muchas querellas y mucho recurso y muy poca iniciativa política, muy pocas proposiciones de ley y, sobre todo, muy poco diálogo e imaginación para salir del atolladero.

 

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