La provincia ya cumple dos siglos: Tarragona fue capital provincial el año 1821

Una palabra controvertida. El término «provincia» causa repelús y desconfianza a una clase política que aún no sabe cómo bautizarla de otra manera

01 febrero 2021 20:20 | Actualizado a 02 febrero 2021 06:26
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El año 1821, Tarragona fue nombrada capital de provincia. Se cumple pero no se celebra ni se conmemora un bicentenario muy histórico y relevante. El motivo de semejante indiferencia es que, pasados doscientos años, la palabra provincia aún provoca repelús y desconfianza a la clase política y a muchas instituciones y partidos que no paran de intentar borrarla del mapa geográfico, político, administrativo e incluso lingüístico. Para ello, la esquivan mediante el uso de otros términos como demarcación, territorio, circunscripción, comarca, veguería, distrito, área, conurbación, tierras de… Sin embargo, la provincia resiste a todos los intentos de derrocarla, sepultarla y sustituirla. Pero guste o no guste, Tarragona continua siendo capital de provincia, aunque nadie le regale un pastel con doscientas velas.

Pasa en este asunto y en esta efeméride lo mismo que en tantísimas otras cosas cuando la política y sus practicantes meten las narices allá donde no les toca y politizan la ciencia, la cultura, el arte, la literatura y todo lo que convenga con tal de complicar las cosas e ir contra los orígenes y naturaleza de las mismas con el fin de manipular, distorsionar y sacar algún provecho económico, si puede ser. Así por ejemplo, se culpa a la provincia de ser una palabra borbónica, cuando en realidad ya era catalana y se encuentra en las crónicas medievales de Ramon Muntaner desde 1325 como equivalente a reino. Cierto que después fue un instrumento administrativo francés, no obstante, las cortes liberales de Cádiz de 1812 la bendijeron, la mantuvieron y la incluyeron en la Constitución de tal modo, que ni el absolutista Fernando VII osó cambiarla. Así pues, con más o menos pequeños cambios y sonoras diatribas, la provincia iba bien para la mayoría, tal y como ya la reivindicaba Tarragona en 1820.

Lo que nadie cuestiona es que la provincia era un modelo administrativo francés implantado también en España y fruto del contexto europeo de entonces. También la Diputación de Tarragona reclamó la provincia y era muy favorable a ella porque reforzaba la relación entre ciudad y región, aseguraba una voz política propia en las Cortes, mantenía un organismo electo como era la Diputación y aportaba un interlocutor ante el Gobierno de España. En la Tarragona con 27 partidos judiciales de aquel entonces, gracias a la llegada de la provincia, Reus ganaba funciones administrativas, por ejemplo.

El debate sobre las provincias se prolongó hasta el siglo XX y ahora. Sin olvidar jamás aquella gloriosa quinta provincia que reclamaba Tortosa. También las divisiones comarcales trajeron y traen polémicas mientras las veguerías han quedado relegadas al cajón de todo aquello que ahora no toca. La historia de las provincias catalanas que narra el profesor de la Universitat de Lleida, Jesús Burgueño, en su ensayo La gestació de la divisió provincial (1820-1833), entre el pacte i la imposició, es una muy documentada muestra del cúmulo de intereses y de contradicciones a la hora de ponerse de acuerdo en nada que afecte a los territorios, llámense comarcas o provincias.

La lástima es que el científico estudio histórico de Burgueño no llega hasta la actualidad del siglo XXI, ni se adentra tampoco en el polémico asunto de las diputaciones. Tan detestadas como las provincias desde la Transición por la derecha, el centro, la izquierda y otros inventos ideológicos posteriores porque consideran las diputaciones un invento franquista, corrupto y fuera del control democrático, los partidos más importantes prometían acabar con ellas cada vez que había elecciones. Hasta que comprobaron su poderío económico siempre tan opaco, sus redes clientelares, sus áreas de influencia, sus negocios y otras muchas prebendas. Entonces acordaron repartirse el pastel y aquí paz, después gloria y buenas dietas. De ahí que, tan ocupados como andan con los trabajos y los dineros de la Diputación, no han tenido por ahora ni un detalle de memoria histórica con la abuelita Provincia que cumple dos siglos. También podría ser que algunos estén más pendientes de saquear su abundosa y generosa herencia, porque está visto que a esta edad se le ha olvidado morirse y hay que aprovecharse de ella.

Con  raíces familiares en la Terra Alta, Joaquim Roglan fue corresponsal en Ràdio Reus y cofundador de Informes-Ebre. Profesor universitario, ha trabajado en los principales medios de comunicación de Cataluña y ha escrito veinte libros. Vive retirado en L’Empordanet.

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