La serenidad no llega desde la política

Se supone que la política debe girar en torno a las circunstancias, pero tiende a girar en torno a sí misma

25 junio 2020 09:30 | Actualizado a 25 junio 2020 09:41
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Se supone que la política debe girar en torno a las circunstancias, pero tiende a girar en torno a sí misma. Hemos soportado un confinamiento estricto gracias en parte a lo que tenía de estupor novedoso, de experiencia anómala, de aventura aterradora para muchos. Era todo tan raro que acabamos aceptándolo como algo normal. A estas alturas, no obstante, nuestra tolerancia colectiva a las restricciones empieza a decaer y se traduce en inquietud, en irresponsabilidad e incluso en hastío. Una sociedad nerviosa puede acabar siendo una sociedad peligrosa, pero resulta que, cuando más necesitábamos una transmisión de serenidad por parte de los políticos, hemos recibido de ellos una dosis extra de crispación, como si estuviesen sujetos a un guion teatral inalterable. Se entiende que, en cierto modo, cualquier ideología política es en esencia una creencia sectaria, proclive al dogma e incapacitada para el consenso, pero hubiésemos preferido que, por la fuerza de la coyuntura, todos los partidos se acogieran al sentido común antes que al sentir disgregado. Ante la dislocación magnífica de la realidad que ha supuesto esta pandemia, las estrategias partidistas podrían haber entrado en fase de suspensión transitoria para hacer frente de forma conjunta a un problema que ningún partido llevaba en su programa electoral y que ningún Gobierno podría haber gestionado –quién va a engañarse a estas alturas– de manera intachable, porque en todo experimento hay que equivocarse muchas veces para acertar alguna vez, y estábamos en pleno experimento. La impresión que nos han dejado nuestros parlamentarios durante esta crisis es parecida, en fin, a la que nos dejaría alguien que llegase a una casa tras un terremoto y se dedicara a romper los platos que se habían salvado de la catástrofe. Por lo demás, aquí seguimos, entre informaciones científicas que nos resultan confusas y entre el vocerío espontáneo de los profetas conspiranoicos. Necesitados de algunas certezas. Anhelando un poco de serenidad. Que, desde luego, no llega de la política.

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