La tarea más difícil del mundo

En Japón, un niño fue abandonado por sus padres como castigo en un bosque

19 mayo 2017 19:07 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:30
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Leo dos noticias diferentes ocurridas al otro lado del mundo, las dos separadas por miles de kilómetros de nosotros, y me doy cuenta de que, en realidad, ambas hablan de lo mismo.

En Ohio, Estados Unidos, antes de ayer. Un padre se abalanzó contra el asesino de su hija al verlo sonreír en el juicio. El acusado era Michael Madison, condenado a muerte por matar a tres personas y esconder sus cuerpos en bolsas de basura. El padre de una de las jóvenes vio la mueca burlona del asesino –del hombre que había destrozado el universo, que había aniquilado el futuro, que le había matado a él, junto a su hija– y no pudo reprimirse. Se lanzó por encima del banquillo de los acusados, dispuesto a estrangularlo. Los agentes y los alguaciles presentes en el juicio le sujetaron y le obligaron a dejar la sala, mientras el asesino no dejaba de sonreír.

En Shikabe, en la isla septentrional de Hokkaido, en Japón, un niño fue abandonado por sus padres como castigo en un bosque de Japón. El niño llevaba dándola todo el día en la excursión familiar, arruinando el único día de descanso de la familia tirando piedras a los coches. Al regresar, los padres decidieron abandonarlo en mitad de la carretera como castigo. Iban a ser solo unos minutos, los necesarios para que el niño aprendiese la lección. Abrieron la puerta del coche y dejaron al pequeño de siete años en la cuneta, antes de arrancar a toda prisa. El niño corrió unos metros detrás del coche, muerto de miedo. No consiguió alcanzar a sus padres. Cuando estos regresaron, los que se murieron de miedo fueron ellos. El niño no estaba. En la zona hay osos salvajes y unas temperaturas mínimas de 7 grados. No tenía ni comida ni agua.

Estuvo desaparecido seis días, con centenares de personas buscándole por los bosques, incluyendo bomberos y policías con helicópteros. Ayer mismo apareció, relativamente intacto, y los padres tuvieron que admitir que el niño no se había perdido recogiendo setas, como le dijeron a la policía.

No es sencillo ser padre. Es la tarea más importante y difícil del mundo. Ninguno de nosotros va a hacer algo más relevante en su vida que cuidar de nuestros hijos, no importa cuál sea nuestra posición o nuestra profesión. Nada está a la altura en trascendencia, en dureza y sobre todo en ingratitud. Porque uno nunca sabe. Uno puede dedicar todo el amor del mundo a un hijo y ver cómo se le arrebata de las manos en un instante el egoísmo de un monstruo depravado. Uno puede hacer el enorme sacrificio de castigar al niño, solo para ver que ese sacrificio está a punto de terminar de forma trágica. Uno nunca sabe. Por eso yo, antes de concluir este artículo, me he levantado de la silla, he ido a buscar a los míos en la habitación donde estaban jugando y les he dado un beso a cada uno. Porque uno nunca sabe, y por más que uno se esfuerce, seguro que algo hace mal. Solo con el cariño uno nunca se equivoca.

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