La usurpación pública del tiempo ajeno

Contratiempo. La administración electrónica, que tendría que ahorrarnos tiempo, está sirviendo para lo contrario, robarnos segundos

29 mayo 2019 12:17 | Actualizado a 29 mayo 2019 12:20
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‘In Time’ (2011) fue capaz de explicar que el tiempo puede ser moneda de cambio para determinar la vida de una persona. Sin ser una gran película, es capaz de explicar, en un thriller muy resultón para lo que puede servir poseer tiempo.

Si usted va a vivir 80 años tiene 700.800 horas de vida (sin contar años bisiestos). Usted dispone de tan solo de una vida de 2.522.880.000 segundos. En cada acto de respiración usted pierde unos 10 segundos, y en cada dos clics en el teclado de su ordenador o móvil pierde al menos un segundo. Y el tiempo no se detiene jamás.

Si descuenta de su vida lo que duerme o debiera (siete horas) ha perdido 204.400 horas o 735.840.000 segundos. Ello supone que en su vida puede dedicar a todas sus tareas u obligaciones 496.400 horas. Solo le quedan ya 1.785.600.000 de segundos. Suponiendo que trabaje ocho horas al día para su sostén propio o familiar (léase autónomo, funcionario o asalariado) y considerando que las bajas laborales no permiten hacer gestiones sino estar en recuperación, destina a trabajar 233.600 horas, o 840.960.000 segundos.

Para su propia vida le quedan tan solo 262.800 horas. Ha perdido 50 años de su vida entre dormir y trabajar. Solo le quedan 30 años, o 262.800 horas, o tan solo 946.080.000 segundos. Clic, clac. Segundo a segundo la vida de le consume. Piénselo. Asúmalo. El tiempo no se puede desperdiciar.

La posesión del tiempo

La sociedad ha empezado a estructurarse en base a la posesión del tiempo, y aparece en forma de premio para viajes, hobbis, actividades de ocio o relax. Pero ya observamos que la Administración y las grandes corporaciones han empezado a robarnos el tiempo para distribuirlo a su manera y conseguir que sea necesario llegar a poseerlo, a compórtalo o asegurarlo. Esta aseveración, fue comentada hace tiempo a directivos de una aseguradora que sonrieron a mis afirmaciones. Y diría que les dio risa. Pero creo que puedo dar por sentado que en pocos años las grandes corporaciones, al margen de asegurar vivienda, vida, deceso, también aseguraran tiempo. Y el tiempo de unos será la esclavitud de otros.

Regresemos a nuestra querida Administración Pública, ladrona de tiempo. Se “supone” que la función pública desarrolla un trabajo necesario para el funcionamiento estructural de un país. Recaudación de impuestos, multas, sanciones, servicios a la sociedad, etc. Y para ello desarrolla un trabajo que ejecutan personas asalariadas en la función pública, al servicio del ciudadano, del administrado.

Siendo así, la implementación de la administración electrónica, de mala manera y de forma independiente, repetitiva y sesgada para las diferentes administraciones solapadas en este país, se erige como el garante de la calidad de los datos en pro de salvar árboles y no consumir papel. Pero la realidad es que el formato electrónico duplica la función del papel. Y el papel, que no se elimina. Y todo ello ha aumentado el tiempo de dedicación del ciudadano sobre el que recae toda la tramitación y la gestión de esta, antes en manos de funcionarios.

Lo más grave del tema no es que la informatización de la administración pública simplifique los y trabajos que desarrollaban antes los trabajadores públicos sino que una buena parte de este trabajo se ‘ha traspasado’ a coste 0  al ciudadano y le coloca como responsable directo del trámite.

Tramítatelo tu, cuélgalo tu, síguelo tu, preocúpate tu, corrígelo tu, acláratelo tu, pregúntatelo tu. Y las ventanilla asistidas por personas al servicio de personas tiende a la desaparición. Mientras tanto, la dedicación de un ciudadano a sus trámites se ha multiplicado por 10 en menos de cinco años. La escalada es progresiva y promete verdaderas oleadas de tiempo robado, minuto a minuto, tramite a trámite, clic a clic a cada uno de los ciudadanos.

La paradoja final, es una máquina o gran hermano llamada administración, que nos vigila a trámites que nosotros mismos debemos ejecutar para que nosotros mismos nos erijamos en actores, directores y jueces de nuestro propio castigo.

Pero es que no solo se trata de funciones que desarrollaban personas a sueldo en la administración pública, sino que la mayoría de profesionales liberales o autónomos han visto multiplicar por 100 la dedicación a la burocracia electrónica para el desarrollo de su propio trabajo, cada vez más intervenido, controlado, chequeado, testeado para disponer de un big data público sobre lo privado de cada y cada una de las gestiones del ser humano. Si, la Administración es un big data tan grande o mas que Facebook, Instagram u otras aplicaciones masivas. Es un big data en manos cambiantes según los períodos electorales.

Analfabetos informáticos

Sí señores. La administración se ha convertido en el poseedor big data público desposeyendo al ciudadano de otro trato que no sea el telemático. Cada vez hay menos ventanas, cada vez se asisten menos en directo a las personas. Y se ha penetrado en una era donde pronto, muy pronto se habrá llenado la ciudadanía de analfabetos informáticos ante una administración que en lugar de facilitar las gestiones nos hipoteca el tiempo para que se las hagamos nosotros.

Un ciudadano con un DNI electrónico debería ser un ciudadano libre que pide lo que sea a una ventanilla única de la administración que sea y ésta, le responde en un único buzón asociado a su DNI. Un único formulario para todas las administraciones ayuda de voz asistida y una plataforma que se comunique contigo evitando que seas tu la que te comunicas con ella.

Quizás mi rigurosa idea del tiempo sea estúpida. Quizás mi forma de ver el futuro de las personas asegurando su tiempo futuro sea incierto. 
Me despido solo sugiriéndoles una cosa. Imaginen una plataforma de la Agencia Tributaria que es tu buzón, con tu DNI o NIF, donde recibes tus notificaciones. Y además recibes allí automáticamente tus facturas.

Y es en este buzón donde constan automáticamente las pagadas y las devengadas. Imaginen solo por un momento que solo debas declarar el IVA de las facturas devengadas y que el deudor, no pueda desgravar la factura que no ha pagado. Seguramente se ahorraría tiempo, dinero y se ganaría en transparencia. Vayan pensando en comprar su tiempo.

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