L a Covid-19 ha impulsado, por si no era excesiva, la adicción al móvil y al ordenador. Quienes hacen teletrabajo pasan ocho horas pegados a la pantalla, para horror de su cerebro, vista y espalda. Y otras ocho, pendientes de si miran o contestan una noticia, un tuit, un WhatsApp, de YouTube etc.
Las redes actúan como telaraña cuyos hilos finísimos (mensajes políticos, videos curiosos, videos graciosos), no dejan pensar o descansar, quitan concentración y añaden nerviosismo.
Nos pasa incluso a los nacidos analógicos, como el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que ha escrito 35.000 tuits desde que se dio de alta en la red del pajarito, en la que sigue a 50 personas y es seguido por 87 millones. A estas horas ya se sabe si se tomará o no un largo descanso, como le deseo.