La vida sigue igual (lamentablemente)

Las dificultades para pactar un gobierno de coalición siguen siendo las mismas que tras el 20-D

19 mayo 2017 18:55 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:38
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La frivolidad y la torpeza de nuestra clase política, incapaz de ponerse de acuerdo para conformar un nuevo ejecutivo desde el pasado mes de diciembre, nos ha obligado prematuramente a pasar de nuevo por las urnas. El escollo aparentemente insalvable que frustró la anterior legislatura fue la dificultad para lograr una coalición entre fuerzas de envergadura comparable, un complejo reto para el que nuestra joven democracia parecía no estar preparada. Una vez cerrados los colegios electorales, tal y como señalaban todas las encuestas, seguimos perdidos en el mismo laberinto. Los únicos partidos que fueron capaces de ponerse de acuerdo tras el 20-D, PSOE y Ciudadanos, se alejan aún más de sumar la mayoría necesaria para desbloquear la situación, lo que nos obliga a preguntarnos por qué hoy van a entenderse quienes se han negado a hacerlo hasta ahora.

Para comprender el inédito reto al que se enfrentan las actuales cúpulas de los principales partidos, conviene recordar que la gobernabilidad española desde la reinstauración democrática se ha apoyado sistemáticamente en la potencia electoral de una sola formación hegemónica. El respaldo parlamentario necesario para conformar un ejecutivo monocolor se obtenía en unas ocasiones gracias a arrolladores triunfos por mayoría absoluta, y en otras con el apoyo de formaciones periféricas a las que se convencía pagando precios localmente sustanciosos pero globalmente insignificantes. Esa dinámica funcionó razonablemente bien hasta que las clases jóvenes y urbanas, tanto izquierdistas como liberales, dejaron de confiar en los partidos tradicionales. La irrupción de Podemos y Ciudadanos acabó con el antiguo sistema de reparto del poder, un cambio de paradigma que los dirigentes de los viejos partidos están comenzando a digerir.

Analizando pormenorizadamente los resultados de anoche, el primer titular se lo ha ganado merecidamente Mariano Rajoy, tras lograr una meritoria victoria pese a la sensible caída en los niveles de participación. Su campaña centrada en el voto útil contra Ciudadanos ha hecho mella en los seguidores más medrosos de Albert Rivera, quienes han vuelto mansamente al redil popular sin rechistar. Era un fenómeno previsible, teniendo en cuenta que el perfil sociológico por el que ambos partidos competían electoralmente se caracteriza por un miedo enfermizo a la inestabilidad. Es cierto que el voto liberal y conservador sigue sumando prácticamente lo mismo, pero el sueño de regenerar el centro-derecha español sufrió anoche un duro varapalo.

Paralelamente y contra todo pronóstico, los socialistas aguantaron dignamente el intento de sorpasso de Unidos Podemos, confirmando los augurios de Susana Díaz: «el PSOE es mucho PSOE». Pablo Iglesias se las prometía muy felices con los sondeos a pie de urna, pero el recuento definitivo cayó en las filas moradas como un jarro de agua fría. En cualquier caso, lo verdaderamente relevante es que el bloque de izquierdas apenas sufrió variaciones significativas.

En mi opinión, cabe extraer tres conclusiones principales de la reciente jornada electoral. En primer lugar, las empresas demoscópicas deberían cerrar sus lujosas y céntricas oficinas para abrir un puesto de churros en la feria más cercana. Ni las encuestas previas, ni los sesudos análisis en prensa, ni los sondeos a pie de urna… Empiezo a sospechar que estos prestigiosos especialistas elaboran sus pronósticos con un dardo y una diana.

Por otro lado, convendría hacer una reflexión sobre un dato que de facto suele tomarse como una cuestión menor en medio de la vorágine partidista, pero que atesora una gran trascendencia en un sistema democrático que se precie. Anoche vivimos la jornada electoral con menor participación de la democracia, una cifra que debe hacernos reflexionar sobre el hartazgo que la actual clase política está provocando entre la ciudadanía. Cuidado.

Para acabar, tal y como comentaba al comienzo del artículo, las dificultades para pactar un gobierno de coalición siguen siendo las mismas que en diciembre. El único acuerdo bipartito que alcanzaría los 176 escaños sería una Große Koalition entre populares y socialistas, una posibilidad descartada explícitamente en innumerables ocasiones durante la campaña del PSOE, entre otras cosas porque garantizaría un sorpasso de Podemos en la próxima convocatoria electoral. Las demás fórmulas exigirían el concurso de más formaciones, complicando aún más el panorama. ¿Acaso PP + C’s + PNV + CC? Tenemos unas semanas muy complicadas por delante.

danelarzamendi@gmail. com

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