La violencia incontrolada

La responsabilidad de los actos violentos es de quienes los protagonizan, pero no es menos responsable quien crea el clima para que la violencia campe a sus anchas

 

17 octubre 2019 16:10 | Actualizado a 17 octubre 2019 16:33
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Los alcaldes de Tarragona, Lleida i Girona, todos ellos del ámbito político independentista, han coincidido en apuntar a grupos de «infiltrados» como los causantes de los incidentes violentos acaecidos en las últimas horas en diversos puntos de Catalunya. Los ediles no concretan más su diagnóstico por lo que el calificativo de «infiltrado» puede tener un largo alcance. ¿Se refieren a «infiltrados» como a activistas unionistas que quieren desacreditar el movimiento independentista desde dentro? ¿Se refieren como «infiltrados» a facciones independentistas radicales que actúan al margen de los partidos? ¿Acaso los infiltrados son CDR o partículas desprendidas de estos grupos? En todo caso lo único que se advierte en el diagnóstico de los alcaldes es su intención de desmarcarse de todo acto de violencia y de alejar las culpas de su entorno. Esta actitud revela que en estos momentos el movimiento independentista ha estallado en mil pedazos imposibles de controlar. En estas circunstancias, mantener un clima de movilización, por muy pacífica que se reclame, es jugar con fuego, y nunca mejor dicho a tenor de las imágenes que llenas los informativos de medio mundo en las últimas horas. Efectivamente las concentraciones masivas generan el entorno ideal para que los violentos incontrolados puedan actuar impunemente. Persistir sin tregua en cortes de carreteras y vías férreas, en concentraciones múltiples a todas horas es alimentar el caldo de cultivo para que al final suceda una desgracia lamentable.

La responsabilidad de los actos violentos es de quienes los protagonizan, pero no es menos responsable quien crea el clima para que la violencia campe a sus anchas, sobre todo si estos responsables ostentan cargos públicos. No se puede poner una vela a la protesta pacífica y otra al estímulo de los levantamientos. Si así se hace, el constante reclamo al sosiego suena a hipocresía torticera. La mejor manera de evitar la imagen de una Catalunya patas arriba es dejar las calles tranquilas y regresar a los foros donde anida la política.

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