Las cuentas ocultas

Los iconoclastas debieron abstenerse de apedrear a las viudas de los ídolos

19 mayo 2017 22:13 | Actualizado a 22 mayo 2017 14:44
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Los balances no es que estén claros, es que no se sabe dónde están. Hay muchos líos de familias políticas, especialmente de la familia Pujol, cuyos miembros permanecen unidos, ya que se les acusa de haber robado juntos. El Parlament ha reprobado al patriarca, también conocido como ‘la tortuga veloz’. Don Jordi ha escondido bajo su caparazón nacionalista las obligaciones tributarias durante 34 años. Una cifra que se dice pronto, pero que tarda bastante en transcurrir. Su discurso identitario coincidió siempre con los más oscuros secretos que los bancos custodian en sus insondables sótanos, pero ahora está siendo censurado por todos los partidos, con la excepción de CiU, mientras ERC salva a su socio Mas. Algo más que un socio y que un cómplice, porque don Artur le llamaba padre, maestro y liróforo celeste.

Ahora que está de moda que los hijos peguen a los padres, conviene recordar a aquel pedagogo catalán que nos explicó que sólo hay una cosa peor que pegarle a un padre, que es pegarle a un hijo. Actualmente el combate está siendo muy igualado, ya que los agresiones de los hijos a sus padres han aumentado un 60 por ciento según las estadísticas que nadie comprueba y todo el mundo cree. Todos son líos de familia, quizá porque muchas de ellas se asemejan a la familia de don Corleone. Deploro muy especialmente que la Fundación Cela esté en entredicho. Tuve durante 50 años o cosa así una irreparable admiración por Camilo, desde que leí el Pascual Duarte, y fui todo lo amigo que se podía ser de él, que sólo era íntimo de sí mismo. Recuerdo cuando me contaba que se había enamorado “como un colegial”, dicho en sus propias palabras, de Marina Castaño, ahora imputada por malversación de fondo públicos, fraude en subvenciones y apropiación indebida. Los iconoclastas debieron abstenerse de apedrear también a las viudas de los que fueron sus transitorios ídolos. La carne es débil y ellas no son de piedra como la señora de Jordi Pujol, que ni siquiera es viuda.

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