Las doce uvas desde una residencia de mayores

31 diciembre 2020 09:20 | Actualizado a 31 diciembre 2020 09:29
Se lee en minutos
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

Las «doce uvas» o las «uvas de la suerte» es una tradición que consiste en comerse doce uvas, una por cada campanada, a las 12 de la noche del día 31 de diciembre al 1 de enero, debido a que supuestamente trae buena suerte.

Muchas personas, además, expresan un deseo por cada uva… doce deseos para el nuevo año.

Mientras van comiendo apresuradamente las uvas, muchos desean bienes materiales, o suerte en el trabajo… o en el amor. O alguna reconciliación con algún amigo o el reencuentro con alguien lejano que un día fue cercano. O mejorar su situación económica… o solucionar problemas familiares.

Y esos deseos positivos también los tendrán las personas que viven en residencias de mayores. Desearán mejorar en su suerte, en sus amores o en sus conexiones familiares. Como todos nosotros.

Pero yo creo que este año, desde las residencias, muchas personas mayores se guardarán unas cuantas uvas para olvidar este año 2020 marcado por la terrible epidemia del coronavirus, que les ha causado un enorme sufrimiento. Y para desear que las cosas mejoren en el futuro.

Seguro que se guardarán una uva para desear que en el 2021 realmente sea una realidad la coordinación de los servicios sanitarios y los servicios sociales. Que más allá de las divisiones que marcan las consejerías respectivas (a veces en manos de fuerzas políticas diferentes; a veces no, pero con intereses muchas veces divergentes) se pueda realizar una atención rápida, correcta y eficiente de los servicios sanitarios a las residencias de mayores. Que la atención a las personas más vulnerables en los hospitales se haga siguiendo circuitos preferenciales para evitar esperas innecesarias de personas muy dependientes y, muchas veces, con deterioro mental muy grave; especialmente en los servicios de urgencias. Que se potencie la telemedicina y, cuando no haya más remedio, se desplace el especialista médico a las residencias y no los residentes a los hospitales, con lo que conlleva de incomodidad y riesgo en el transporte sanitario y largas esperas para ser atendidos.

Una uva también irá acompañada del deseo de volver a salir de las residencias, a ver por fin a sus familiares y amigos. La lucha contra el coronavirus ha convertido a las residencias en lugares cerrados donde se pueden recibir visitas de forma intermitente y puntual, durante muy poco tiempo. Las personas que allí viven, están aisladas para evitar el contagio del virus y van padeciendo con mayor frecuencia síndromes geriátricos como la desnutrición o las caídas, van sufriendo mayor descompensación de enfermedades crónicas o tienen mayor ansiedad o depresión o insomnio…y los compañeros con demencia van sufriendo mayor desorientación, agitación y trastornos del comportamiento. ¡Hay que salir ya! Seguir aislados puede ser peor que el virus.

Alguna uva irá también destinada a pedir mayor implicación de los políticos y las administraciones en la gestión de las residencias de mayores. Dado que la financiación mayoritaria del sector residencial se hace con dinero público e impuestos que todos pagamos, lo lógico es que se exijan responsabilidades también desde el sector público. Y transparencia. Y eso quiere decir que los gestores de estos establecimientos, tanto los gestores públicos como los privados, rindan cuentas. Y expliquen a qué han dedicado su financiación y qué resultados han obtenido.

E incluso alguna uva, de esas que comemos con pocas esperanzas pero con una enorme ilusión, irá dedicada a que en el futuro los servicios de atención a la dependencia se basen más en el domicilio que en las residencias de mayores. Se basen más en el servicio a las personas que en inversiones inmobiliarias. Se centren más en servicios personales a medida, que en servicios en serie. Y tengan más presente el verdadero deseo de todos nosotros que es llegar a ser mayores, lo más independientes posible y en nuestro domicilio, rodeados de los nuestros.

Incluso algún atrevido se comerá una uva con el deseo de que se impliquen más los ayuntamientos en la planificación de los servicios de atención a la dependencia y comiencen a recomponer el escenario de atención a los ciudadanos más vulnerables. Un escenario donde las administraciones son las que hacen el plan de cuidados y las empresas son las que proveen los servicios según las indicaciones que reciben y los resultados de calidad que deben cumplir.

…Y no… Ninguna persona que viva en una residencia se atragantará comiendo las uvas.

Las uvas de fin de año todos sabemos que no se comen. Buscando los deseos que acompañan a cada uva, la verdad es que al acabar la última campanada, ni nos damos cuenta de cómo hemos sido capaces de engullirlas.

Este año, el deseo de una mejor asistencia sanitaria, de superar el aislamiento, de una mayor implicación de los poderes públicos y de una mejora de la atención a domicilio no se nos atragantarán.

Estas uvas ya no expresan sólo un deseo etéreo, sino una exigencia a la que nos ha abierto los ojos este terrible virus.

El año 2021 hemos de empezar a cambiar el modelo de atención a la dependencia. De las doce uvas, guárdate unas cuántas para desear este cambio.

Seguro que otra uva la tienes reservada para vivir muchos años. Y todos deseamos que el modelo de atención mejore para cuando seamos nosotros los muy mayores.

José Augusto García Navarro: Médico especialista en Geriatría. Director General del Consorci de Salut i Social de Catalunya y el pasado junio fue nombrado presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. Fue director del Hospital Universitario Sant Joan de Reus desde octubre de 2007 a julio de 2011. También ocupó diversos cargos, entre ellos, el de director general de Sagessa.

Comentarios
Multimedia Diari