Las lecciones pendientes 
del 17A

17 agosto 2019 10:50 | Actualizado a 17 agosto 2019 13:57
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Las semanas anteriores al aniversario del 17A han estado protagonizadas por la polémica suscitada por las insinuaciones de un medio digital con pretensiones sensacionalistas, acerca de las relaciones del que fuera imán de Ripoll, Abdelbaki es Satty, con el CNI. Los documentos sesgados que presentó dicho medio sirvieron para activar un rifirrafe en las redes sociales entre aquellos que ven una mano negra del Estado en el 17A a través de la manipulación del imán que falleció en Alcanar y los que les han reprochado sembrar insidias con dichas especulaciones. El debate, si es que se le puede denominar así a la exposición de ideas en 280 caracteres, ha tenido el efecto de arrinconar las cuestiones más espinosas que rodearon la tragedia. Y, sobre todo, el debate de fondo en Europa que no es otro que el de la relación de sociedades secularizadas con el islam y, particularmente con las manifestaciones más extremas del islam. No hay que olvidar que las motivaciones de los terroristas para realizar el atentado fueron fundamentalmente religiosas y, por consiguiente y por extensión, de tipo civilizatorio. Con esto no quiero decir que el proceso policial y judicial del esclarecimiento de los hechos no sea importante, todo lo contrario, pero la amenaza que motivó la cadena de atentados islamistas en Europa no ha desaparecido aunque en estos momentos esté latente. Analistas de inteligencia que siguen los procesos de radicalización hablan de un cambio de estrategia en dicha radicalización, en paralelo a los golpes que han recibido grupos como Al-Qaeda o la prácticamente desaparición de la influencia territorial del califato del Estado Islámico. Este cambio consistiría en profundizar en la expansión de las visiones más rigoristas del islam en las ciudades europeas y, más extensamente, en Occidente. Y para llevar a cabo esta tarea, es necesario desactivar la violencia derivada del terrorismo. Esta expansión no solo provoca tensiones en las estructuras de las sociedades occidentales, sino que también las provoca entre los migrantes musulmanes, entre los que quieren acomodarse a los parámetros de las sociedades secularizadas (sin renunciar a su religión) y los que consideran el deber de combatir culturalmente dichas sociedades, aduciendo un mandato de fe. Como en otros muchos conflictos, las mujeres y sus condiciones de vida son situadas en el epicentro de la tensión, como por ejemplo en el caso del debate sobre las mujeres veladas, en el caso de los currículums diferenciales, en el papel social y público que desempeñan, en las uniones forzadas, etc. Pero volviendo al tema de las consecuencias de los atentados del 17A, además del ya dicho cambio de estrategia del islamismo más radical, hay una serie de lecciones pendientes de examen y que detallo a continuación:

-Mientras no cambien las condiciones, las autoridades (y no solo las policiales) deben incrementar el conocimiento del perfil de los imanes para recabar información sobre posibles discursos contrarios a los derechos individuales garantizados en nuestra sociedad. El 17A mostró de manera nítida el desconocimiento del proceso de radicalización de sus autores.

-La necesaria colaboración entre los distintos cuerpos policiales en la identificación de las amenazas terroristas y derivadas de los procesos de radicalización. El 17A puso de relieve los recelos existentes entre los mandos policiales a la hora de compartir información y de realizar un trabajo conjunto.

-La utilización partidista e ideológica de la lucha contra el terrorismo islamista que socava la eficacia de la colaboración entre los distintos cuerpos policiales. Los atentados de Barcelona y Cambrils mostraron descarnadamente esta utilización que culminó con la bochornosa puesta en escena de una clase política dividida en los actos de denuncia y recuerdo organizados en las Ramblas.

-El trabajo que se debe realizar a nivel de profundización de la integración de los migrantes en la sociedad, apostando por una integración basada en la igualdad de derechos y deberes, y apostando por un modelo que aleje la persona de lo comunitario entendiendo este como la expresión de la creación de sociedades paralelas. Los terroristas del 17A son el claro ejemplo del fracaso de integración social.

-Profundizar también en el compromiso de las comunidades de creyentes (no confundir con los migrantes en general) para con la aceptación de las reglas convivenciales de la sociedad secularizada. Los líderes de estas comunidades no pueden ser elementos dinamizadores contrarios a la ley. El 17A puso de manifiesto la atomización de las comunidades musulmanas y la falta de una interlocución resolutiva que pudiera ejercer de elemento cohesionador entre dichas comunidades y las autoridades.

Hace pocos días el prestigioso centro estadounidense para el estudio de las religiones, el Pew Research Center, presentaba los resultados de una encuesta de aceptación de los inmigrantes y desplazados (refugiados) en distintos países del mundo. España aparecía como el segundo país con una mayor aceptación a la acogida tanto de inmigrantes como de refugiados, con un 86% favorable. Tras los atentados del 17A, como años antes con los atentados del 11M, la sociedad española respondió con sensatez, sin provocar incidentes ni culpabilizar a los inmigrantes de fe islámica. Solo en Alemania en los últimos cinco años ha habido más de cien atentados contra centros de culto i mezquitas islámicas. Con estos antecedentes, se puede pensar que en España se dan las condiciones para establecer un pacto de convivencia que frene la expansión del islamismo radicalizado, al contar con una sociedad madura. Solo hace falta que los agentes implicados se pongan a establecer las bases de dicho pacto.

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