Las listas

En estos días de elaboración de listas los partidos deben decidir con contundencia

19 mayo 2017 23:18 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:33
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Poco a poco los partidos han superado el parto de los cabezas de lista para las elecciones que se avecinan. No ha sido fácil para ninguno aunque ninguno lo ha tenido tan difícil como el PP en la designación de alcaldesa y presidenta de Madrid. Solo quienes frecuentan los despachos de Génova 13 saben el sudor y lágrimas, por no decir los cabreos, que costó entronizar como aspirantes a Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes, sin duda las dos figuras femeninas con que el Partido cuenta en la capital.

Pero ni en Madrid ni prácticamente en ningún otro Ayuntamiento o Comunidad Autónoma han terminado los problemas. La elaboración de las listas y el orden en que se coloquen los nombres suele ser aún más difícil que elegir a quienes las encabezan. Hay muchos aspirantes y los puestos seguros, más bien escasos. Es la hora de las intrigas y los codazos.

Es la hora, mejor dicho, de las dentelladas de los compañeros de partido que es, como se sabe, el referente hipócrita de relación amistosa. Este año la elaboración de las listas de candidatos a concejalías y diputados autonómicos -las más complejas para senadores y diputados generales vendrán después- ofrece un componente nuevo y en cierta medida insólito: un buen número de aspirantes tienen asuntos pendientes con la Justicia.

Y ninguno acepta de buen agrado que esa es una razón para que sus partidos les den las vacaciones que ellos no creen merecer. Todos, bueno dejémoslo en casi todos, los interesados se manifiestan inocentes; casi todos se consideran indispensables para gestionar o legislar en bien de la colectividad, y casi todos se declaran imprescindibles y además con derecho a seguir.

Olvidan que no lo son, que nadie lo es, que siempre hay sustitutos y con frecuencia más capacitados y. mejor intencionados. La política es un servicio público que requiere personas dispuestas a aportar algo positivo al conjunto. Pero son pocos los que lo consideran así especialmente cuando se han habituado al confort de la poltrona. Nada se vuelve tan adictivo como el poder. Y más en estos tiempos en que el usufructo del poder y sus oropeles se ha convertido con tanta frecuencia en plataforma para obtener beneficios, para enriquecerse y ayudar a forrarse a socios, familiares o amigos. El panorama que la corrupción ofrece es penoso y la sarta de elecciones a que este año estamos convocados, una oportunidad excepcional para cambiarlo.

Para conseguirlo será importante que estos días de elaboración de listas los partidos que no tengan reparo en decidir con contundencia, en cortar por lo sano y sacrificar por donde más duela. Es tiempo de listas y de conflictos internos, pero también será buen momento para que políticos y partidos se percaten de que lo suyo no siempre es un camino de rosas.

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