Lecciones tras la tragedia

Las comunidades musulmanas deberían ser las primeras en denunciar y desenmascarar a los imanes que siembran el odio y arrojan a jóvenes incautos a la destrucción.

22 agosto 2017 08:23 | Actualizado a 22 agosto 2017 08:32
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Con la muerte de Younes Abouyaaqoub ayer en Subirats,  abatido a tiros por los Mossos d’Esquadra, la policía catalana da por desarticulada la célula yihadista de doce miembros que llevó a cabo el doble atentado de Barcelona y Cambrils el pasado jueves. En cuatro días, los integrantes de la mortífera banda están muertos o detenidos. Los Mossos no dan por cerrada la investigación porque se baraja la posibilidad de que Younes Abouyaaqoub pudo contar con algún apoyo logístico en su huida y que le permitió burlar el despliegue policial para localizarle. La fulminante eficacia policial es una inyección de tranquilidad para la población. Los Mossos han podido recoger a pie de calle la simpatía de la gente por su eficaz actuación, muchas veces a costa de pura abnegación y no siempre con todos los medios materiales y de logística necesarios. Evidentemente, los dramáticos atentados de Barcelona y Cambrils no se cierran con el abatimiento de Younes Abouyaaqoub. Ahora debemos abrir un recorrido sereno que sirva para aprender la lección de todo aquello que no se ha hecho bien o que, como mínimo,  debemos mejorar. Citemos algunos ejemplos. Los Mossos d’Esquadra deben estar integrados y disponer de todas las prerrogativas de Europol. No puede ser que deban depender siempre de la intermediación de otros cuerpos policiales españoles. En materia de investigación criminal y terrorista cuentan los minutos y los segundos para el éxito de una operación. Debe revisarse de forma urgente la gestión de venta y distribución de combustibles como el butano. No es de recibo que puedan acumularse, sin generar ninguna alerta, más de cien bombonas de gas en una casa. Los protocolos de protección de zonas con masificación de personas deben revisarse para evitar que dependan de interpretaciones variopintas. Las comunidades musulmanas deben asumir también sus responsabilidades a la hora de nombrar a los imanes. No vale con proclamar que el islam es una religión de paz. Hay que denunciar y desenmascarar a aquellos que desmienten este axioma.

 

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