'Les Feuilles Mortes'

Los políticos muertos, al igual que las hojas muertas, deben caer y recogerse con la pala

19 mayo 2017 21:44 | Actualizado a 22 mayo 2017 13:04
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Ha pasado el calor, se fue agosto, desapareció el buen tiempo. Cronológicamente tenemos la llegada del otoño. Lo característico de este tiempo, aunque ya no se puede especificar nada pues todo o casi todo es un sinsentido, es la caída de las hojas, aparecen las hojas muertas que se amontonan y se recogen con la pala. Es un ciclo que todos conocemos desde pequeños y solamente hay que ser observador para comprobarlo.

El otoño es primordialmente una estación que por sus características invita a la reflexión. Es la estación propicia para la melancolía, para los recuerdos. También es el periodo donde los bosques adquieren un magnífico esplendor, un colorido especial y un encanto inigualable. Es poesía en cualquier versión posible.

Además, el otoño es muchas cosas más, entre ellas, puede que sea la parte más brillante de las cuatro estaciones de Vivaldi. La gran composición musical que todos conocemos o que a todos por lo menos nos suena. Pegadiza aunque a uno le repela la música clásica. También podríamos decir que es la parte más personal de nuestra vida, cuando la reflexión de lo realizado es parte cotidiana de nuestros días.

La vida es sin duda alguna el paso del tiempo. Este paso del tiempo es inexorable. Suerte tenemos que quedan los recuerdos. Así, recordando aparece en mis recuerdos el magnífico poema de Jaques Prévert al que le puso música Joseph Kosma en 1945 y que mundialmente popularizó Ives Montand, Les Feuilles Mortes. Me viene como anillo al dedo para enlazar las líneas que escribo. Se ha dicho de esta canción que después de La Marsellesa es la canción francesa más cantada y versionada, y que es un canto a la universalidad de las emociones. Debe ser cierto ya que los yanquis que siempre quieren apropiarse de lo mejor y tienen que dar su versión, realizaron una adaptación con el nombre de Autumn leaves. Como siempre, cambian el original y dan su versión, en este caso con un cambio total del sentimiento de las palabras escritas por Prévert. Resultado de ello ha sido la aparición de infinidad de versiones en los más diversos idiomas y por magníficos músicos. Para todos gustos.

Personalmente, creo que la versión que más me sigue motivando es la original de Ives Montand. Este excelente actor-cantante solía comenzar su versión con un recitado a tono serio y profundo: Oh! Je voudrais tant que tu te souviennes, des jours heureux où nous etions amís. (¡Oh! Quisiera tanto que recordaras los hermosos días en los que éramos amigos.). Luego entran los acordes y la música de la canción en cuyo estribillo se puede oir: Mais la vie sépare deux qui s’aiment/ tout doucement, sans faire de bruit (Pero la vida separa a aquellos que se aman/ tranquilamente, sin hacer ruido).

El poema es perfecto para realizar un paralelismo a lo que está ocurriendo. Parece ser que el gran Prévert tuvo una premonición y adivinó hace cincuenta años la situación que en este otoño caliente, que en breve va a comenzar, nos espera. Cada uno que lo interprete como quiera, para ello disponemos de nuestra libertad personal y de nuestro sentido común. Es lo mismo que la canción que nos sirve de eje principal a este escrito, tiene las más diversas y variadas versiones en los idiomas inimaginables y por cantantes más diversos. Para todos gustos.

Además, mi pretensión es llamar la atención a otro problema, la estupidez de los políticos que nos gobiernan. Se agarran a un clavo ardiente y son incapaces de conectar con el pueblo. Parece ser que están en otras esferas y de nosotros sólo buscan el voto.

Tenemos un ejemplo muy claro con la guerra de Siria y las graves consecuencias que genera. Una de ellas y muy importante es el desplazamiento de personas que está generando. Muchos de nuestros políticos ponen freno a que vengan los refugiados, que hacen lo más sensato, huir de las bombas. Entre otros hechos alguno de estos politicuchos ha llegado a decir que con los refugiados vendrán yijadistas y nos pondrán las bombas aquí. ¡Inocente! (por decir algo suave), si quieren poner bombas los que las tiene que poner ya están desde hace tiempo en sus puestos. Sin embargo, la respuesta de los ciudadanos, de la gente, del pueblo es la de acoger, de abrir las puertas de sus casas o darles un dinero del poco que tenemos. Esto sí es caridad y no las migajas que quiere dar el gobierno de Madrid.

Volviendo a la canción, esta apareció cuando Europa salía de unos años de guerra, estúpida guerra como todas guerras. De la unión de Prévert, eminente escritor francés de pro, a Kosma, judío de origen húngaro (József Kozma) que puso una inspirada música, surgió esta maravilla musical. Añadiendo la voz y la interpretación de Montand, inmigrante toscano en Francia (Ivo Livi) dio como resultado una de las más grandes canciones de la historia. Podemos decir que es fruto de la unión de la sensatez por encima de barreras y fronteras.

Nosotros disponemos ahora de la gran oportunidad, mejor dicho de dos grandes oportunidades de demostrar gran sensatez. Esto dependerá de nosotros los ciudadanos. En las sendas elecciones que vamos a tener debemos ser muy cautos, astutos y no dejarnos engañar. De nuestro voto va a depender el futuro y hay que desprenderse de los políticos muertos. Los políticos muertos, al igual que las hojas muertas deben caer, amontonarse y recogerse con la pala. De nosotros dependerá donde los tiramos.

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