Les cartes al director del dia

19 mayo 2017 19:38 | Actualizado a 21 mayo 2017 20:36
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Irregularidades en las llamadas comunidades terapéuticas

Hace un tiempo, debido a una depresión mayor, me vi en la tesitura de escoger seguir tal como estaba o ingresar en una comunidad terapéutica. En mi caso en la Granja Escuela Castelló de Reus. En principio es una comunidad enfocada al tratamiento de los trastornos por adicción a substancias o conductas adictivas, aunque, como en mi caso, de vez en cuando también aceptan tratar a personas con otros trastornos mentales.

Antes de ingresar busqué información por la red sobre el funcionamiento, actividades, terapias, etc. que se llevan a cabo en esos centros, me sorprendí mucho al no encontrar nada de información al respecto. Una vez ingresado, entendí el porqué, pedí el alta voluntaria a los 18 días. Al entrar me realizaron un registro exhaustivo, hasta ahí bien, si no fuese porqué me lo hicieron otros internos sin supervisión de ningún profesional.

Acto seguido se me prohibió hablar con el resto de los compañeros durante 10 días, sólo podía hablar con dos de ellos que me acompañaban durante todo el día. No podía ir solo ni al lavabo. Ahí empecé a darme cuenta de la falta de salubridad y de control sanitario de este centro. Si tenías que ir de vientre, siempre tenía que ser acompañado, al terminar no podías tirar el papel higiénico al wáter, tenías que depositarlo junto con los restos de heces en una papelera que se vaciaba una vez al día. Si tenías sed, tenías que beber agua de botellas de refresco rellenadas y a morro, 26 personas bebiendo de 6 botellas, algunas de esas personas portadoras de enfermedades infecciosas, VIH, hepatitis... con herpes en los labios, llagas en la boca... todo un despropósito. La comida la preparábamos los internos, sin poseer el indispensable carnet de manipuladores de alimentos, sin supervisión alguna, recogiendo comida que caía en el suelo y depositándola en las ollas o sartenes de nuevo. A la hora de las comidas se podía beber en vasos, vasos de plástico de un solo uso, que se reutilizaban una y otra vez. En la cocina no había papel de cocina ni el expendedor automático de jabón para lavarse las manos obligatorios por ley. Nos levantaban por la mañana a las 7.30 h, vestirnos, lavarnos los dientes, fumar, desayunar y dedicar la mañana a la limpieza y trabajos de reacondicionamiento y mejora de las instalaciones del centro. Almuerzo a las 11.15 h y luego a seguir con lo mismo, mano de obra a coste cero, sin seguro ni seguridad social, realizando trabajos de albañilería, pintura, carpintería, jardinería y horticultura, entre otros.

Los profesionales y terapeutas brillan por su ausencia, viniendo sólo un psiquiatra, dedicado exclusivamente a pautar medicación una mañana a la semana y un psicólogo para consultas individuales cuatro mañanas a la semana, que visita a cada interno una vez cada quince días. Tres tardes a la semana teníamos gimnasia, la llevaba a cabo un exsoldado rumano exinterno del mismo centro, sin titulación ni conocimiento alguno. Unas sesiones muy duras de tipo militar que se llevaban a cabo sin tener en cuenta el estado físico o mental de los usuarios. Por la noche había un vigilante también exinterno, sin conocimientos ni titulación, y un educador social que dormía en una vivienda separada, 2 personas sin preparación alguna para 26 enfermos.

Creo que con lo que les he explicado habrán tenido suficiente para hacerse una idea de cómo funcionan o malfuncionan este tipo de centros. Sólo un apunte más: cada interno abona una cuota de 1.600 € al mes, algunos la pagan íntegra y a otros les subvenciona una parte el ICASS, el Ayuntamiento de Reus o la sociedad Lions. Todo un negocio.

Pere Puig Ribas

(Reus)

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