Los cambios que se avecinan

Habrá que esperar a las legislativas para comprobar si el cambio es tal o una regeneración

19 mayo 2017 22:22 | Actualizado a 22 mayo 2017 14:36
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A estas alturas de la legislatura y transcurridos los comicios municipales, nadie duda de que es necesario e inevitable que se produzca un cambio en la forma de hacer política, en las estructuras del Estado y en el sistema electoral, pero sobre todo en las personas que deben liderar las diversas opciones ideológicas ya que el desgaste, el empecinamiento y la falta de entendimiento entre gobierno y oposición se ha evidenciado durante los últimos cuatro años; sin embargo el cómo y el modelo de cambio preocupa ya que la democracia concede margen suficiente para que accedan al poder extremismos radicales, populismos o cualquier extraño personaje o formación respaldada por intereses de terceros.

El resultado de las recientes elecciones municipales han abierto los ojos a no pocos ciudadanos, al haberse radicalizado el voto en función de la opción política de partido en lugar de la atomización del personaje idóneo para gestionar la administración local, y por otra parte el panorama autonómico ha dejado claro la precariedad de las fuerzas de centro derecha para formar gobiernos y la posibilidad de posibles pactos entre fuerzas de centro izquierda con izquierdas radicales y populistas. Lo positivo de este nuevo panorama político es que nos puede servir de referencia como si de una primera vuelta de tratase, y de aquí a hasta las próximas generales (y nunca mejor dicho próximas) las tomásemos como una segunda vuelta y con ello enmendásemos este batiburrillo político, despejando incógnitas, trasvase de votos, abstenciones de molestos y desengañados, o escépticos a la hora de emitir sufragios, propiciando una gobernabilidad con pactos naturales y estables.

Quedan pendientes las elecciones en Cataluña y aquí cabe una reflexión y un capítulo aparte. La historia del nacionalismo interno en España se concentra en dos comunidades históricas marcadas por un carácter político de estatutos de autonomía que han derivado en un fuerte sentimiento secesionista tras el fracaso en el Parlamento del plan Ibarretxe, y la frustrada hoja de ruta de Mas con el referéndum del dret a decidir, y actualmente nos encontramos en un punto muerto sin visos de una solución viable.

Por una parte unos ya no renunciarán al ‘derecho’ a la autodeterminación y otros no se moverán un ápice en lo que suponga contravenir la Carta Magna. Así las cosas, las elecciones programadas para septiembre pueden determinar mayorías, se celebren en clave soberanista o no, sin olvidar el ascenso de C’s y el descenso de CiU, en cualquier caso habría que considerar, aun en el supuesto de una reforma constitucional que abriese la caja de Pandora a un Estado Federal, que en ningún caso podría plantearse como un federalismo asimétrico con privilegios para vascos y catalanes ya que tal asimetría ya fue rechazada en la construcción del estado autonómico. Hoy con mayor motivo seria innegociable cuando, en este sentido, el estado autonómico está fuertemente consolidado.

Hablar hoy de política no es fácil, sobre todo desde una realidad objetiva y con una visión crítica sincera y racional. Seguramente los comicios catalanes resuelvan algunas cifras, pero habrá que esperar a las legislativas para comprobar si el cambio es tal cambio o todo queda en una regeneración política de los que desde la transición han ostentado el poder.

Lo cierto es que sea cual fuere la fuerza que elegida democráticamente surja de las urnas y que forme el nuevo gobierno del Estado, deberá afrontar reformas legislativas en materia de justicia, estructuras administrativas, ley electoral, sistema fiscal, mercado laboral, transparencia, racionalización del estado de las autonomías y políticas sociales; ardua labor que se me antoja utópica a no ser que pueda configurarse una amplia mayoría con talante de servicio y consciente de asumir hasta la última coma el programa propuesto, y con la responsabilidad que quien recibe la confianza de la mayoría del pueblo. Todo está por ver, pero nuestro voto deberá decidir.

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