Los malos

19 mayo 2017 21:55 | Actualizado a 22 mayo 2017 12:56
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Había un profesor de Historia en el Instituto que tenía siempre un porqué para todos los males del mundo: los norteamericanos. Según él, detrás de todo lo malo había olor a perrito caliente. Culpables de todas las guerras, de la pobreza del tercer mundo, de las injusticias, de un mundo despiadado,… Cualquier cosa negativa, que fuera analizada en sus clases, corría el peligro de caer en las confabulaciones del susodicho para que se le estableciera un vínculo directo con la Casa Blanca. Era capaz de echarle la culpa a Bush de que el melón había salido verde o de que la profesora de Catalán no le hacía caso. Hay que reconocer que era ingenioso aunque como profesor andaba justito.

Me acuerdo de él ante el inicio del año político y de la campaña del 27-S. Ante lo que va a ser un pim, pam, pum continuo donde en caso de duda, echémosle a Madrid la culpa de todos los males de los catalanes.

Yo en algunas cosas lo hago, no me voy a esconder. Ya he hablado en otras ocasiones de infraestructuras, de economía,… Creo que el gobierno central no ha estado a la altura de lo que se le debe exigir a un mandatario. Que tenían una oportunidad de oro (y un poder como pocas veces ha tenido un partido político en España) para cambiar las cosas, para dibujar un nuevo país, más eficiente, más racional, más sensible a diferentes realidades, más acorde al siglo en qué vivimos. Pero, por no perder las costumbres, se impuso la visión política y sus intereses a la visión de estadista, a la de país.

Dicho esto, a mí que no me esperen para sumarme a la tesis soberanista según la cual las diez plagas de Egipto fueron enviadas por el CNI y por la Guardia Civil para machacar a los catalanes. Para hacerme creer que aquí no se cometen ilegalidades, que no se han cobrado comisiones, que Cataluña es, ha sido y será un oasis donde las corruptelas se persiguen con mano de hierro. Que todo es producto de la inventiva de la prensa española, de los servicios secretos, de jueces y fiscales.

Que en Torredembarra (por poner un ejemplo cercano y de actualidad) todo es fruto de su imaginación, que cuando los guardias entran en el Ayuntamiento lo hacen por pasar el rato y para echar porquería a CDC (recordemos que es una ex concejal de ERC la que denuncia. Debe ser que forma parte de los instrumentos del Estado). Que el Cas Palau es mentira, las sedes embargadas también, y los vínculos del partido con Teyco y la familia Sumarroca se basaban en el intercambio de pastas y té. A lo mejor sí, puede que todo sea fruto de una conspiración interplanetaria, que servidor es muy mal pensado (que lo soy habitualmente) y que detrás de todas estas operaciones hay una mano negra. Estoy seguro de que hay una actuación policial teniendo en cuenta el calendario político (ya les he dicho que soy mal pensado) pero eso no excluye que ante un supuesto delito el culpable deje de serlo porque otros saquen provecho.

Me parece tan lícita la opción independentista como unionista, que unos y otros tienen sus razones (sentimentales o prácticas) y que no por pensar diferente el contrario es analfabeto, nazi o facha (aunque según que cosas escuchas está claro que haberlos, haylos de todos los colores). Lo que no tolero es el insulto a la inteligencia. El hacer ver lo que no es. No aguanto ese camuflaje en Hermanitas de la Caridad, Mandela o Gandhi (escojan al que les resulte más simpático) para hacer creer que todo el mundo es malo menos yo, que soy un santo. Ese poner cara de niño bueno e indefenso y defender el habitual “yo no he sido. Que son los profesores que me tienen manía”. Traten a los electores como adultos. Por una vez demuestren estar a la altura del cargo que representan. Por una vez asuman consecuencias.

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