Los malos ratos

Hay que seguir juntos porque, si no, no tendremos vendajes y esparadrapos para todos

19 mayo 2017 21:43 | Actualizado a 22 mayo 2017 13:05
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No hay que disparar contra el pianista, que el pobre hace lo que puede. Como no ha estudiado música, toca de oído, pero lo peor es que por uno le entra y por el otro no le sale. Su única disculpa histórica es que con esta partitura no se puede hacer un buen concierto. Nos han explicado, de manera tan insuficiente como terca, que seríamos buenos vasallos si hubiera buen señor, pero también eso era mentira. Los vasallos, que ahora se llaman ciudadanos, son malísimos a pesar de haber cambiado de nombre, y con estos mimbres no se puede hacer un buen cesto.

En España no es posible otra solución que no sea la individual y eso fomenta el egoísmo. Llamamos Estado a un pacto de convivencia, como ha recordado Ángel Gabilondo, que es uno de los pocos compatriotas que se resiste a entregar su patria a los verdugos interiores. Haría falta un nuevo pacto constitucional porque juntos seríamos poca cosa, pero separados no somos nada.

Siempre he profesado, si bien con con muy escasa fe, la tesis de que no sólo hay que evitar los disgustos tontos, que son diarios, sino los inteligentes, que se presentan de vez en cuando y no hay manera de impedirles que entren hasta la cocina a pesar de no haber sido invitados ¿Qué te va a importar esto dentro de medio año?, le pregunto a los más acongojados amigos que me comunican sus cuitas. No ignoro que es más fácil aconsejar que dar trigo, ni que arrojar la primera piedra, que siempre va seguida de otras. Únicamente es disculpable si el que la tira contra la mujer adúltera es el marido.

Creo que hay que permanecer juntos porque en caso contrario no vamos a tener esparadrapos ni vendajes para todos. Siempre que han intentado darme un disgusto le he rogado al portador que lo dejara allí, que ya iría por él. No hablo de los grandes, que esos entran por la puerta sin llamar, porque se creen que están en su casa.

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