Los partidos, como el perro del hortelano

A estas alturas es muy poco lo que puede sorprendernos de los partidos políticos, siempre capaces de enlodar más la peor situación.

A mí me llama poderosamente la atención esa facilidad que tienen para jugar al perro del hortelano, a ese no comer ni dejar comer al que tan aficionados parecen todos.

Escribo esto tras comprobar lo mal que le ha sentado a Esquerra Republicana que, ante su ‘no’, el Gobierno buscara el apoyo de Ciudadanos –Dios mío, qué traición– para aprobar la extensión del estado de alarma.

Era prácticamente lo mismo que criticaban el PP, la propia Arrimadas, Vox y otras formaciones cuando el PSOE se apoyaba en Podemos o en los independentistas –vade retro– para sacar adelante sus proyectos.

Claro que se quejan de esto mientras por otra parte niegan tajantemente su apoyo, un apoyo que haría innecesario que el Gobierno tuviera que ir a pescar en ‘mares revueltos’, por decirlo de alguna manera.

¿Qué otra cosa puede hacer un gobierno –del color que sea– si necesita sumar mayorías para aprobar lo que considera que tiene que aprobar? Cuesta no ver en estas actitudes cierta desazón e impotencia al ver que el que se creía imprescindible al final resulta que no lo es tanto.

Sí, porque nada como la política hace tan extraños compañeros de cama. Siempre que la suma dé, por supuesto.