Los perdedores de ‘comarques’¿pueblerinos o gran capital?

Coger todos los trenes. Seremos ganadores de la globalización en la medida en que sepamos abrir puertas y no cerrarnos ninguna. Debemos ser Tarragona sin dejar de tener un pie en Barcelona 

13 diciembre 2019 10:40 | Actualizado a 13 diciembre 2019 12:21
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¿Somos de comarques o una de las grandes capitales, que cada vez son menos y más poderosas, de la modernidad y la globalización? ¿Estamos en auge o en decadencia? ¿Nuestros mejores talentos tienen que irse de aquí en busca de oportunidades para mejorar?

Me vuelvo a hacer la pregunta, porque, entre las explicaciones del auge de las tendencias radical populistas -como la extrema derecha, los secesionismos, o la extrema izquierda- el catedrático de Economía del Desarrollo de Oxford, Paul Collier, me apunta que se trata de una venganza de los pueblerinos contra las grandes capitales de la revolución digital.

En El futuro del Capitalismo Collier demuestra que el voto al Brexit, a Trump, a la independencia de Escocia, al ultranacionalismo polaco o húngaro, a la ultraderecha de Le Pen, al fascismo de Salvini, al neofranquismo de Vox o al independentismo catalán son votos de comarcas, de territorios que se consideran perdedores de la globalización porque han visto cómo los mejores sueldos y el poder económico se concentraban en esas metrópolis globales. Y quieren castigar a las elites por haberlos abandonado.

Son movimientos contra Londres, París o Madrid, que intenta ahora aminorar la revuelta de la España vaciada y del Teruel también existe; van contra Nueva York y Silicon Valley y aquí en Catalunya contra la Barcelona de los prodigios.

La pregunta es si un chaval de una pequeña ciudad puede adquirir en sus centros de formación las habilidades que se premian con grandes sueldos en Londres o París. Y la respuesta es que tiene que irse si quieren estar entre los mejores.

Eso ya pasaba en los setenta, pero menos, porque los jóvenes tenían que emigrar de los pueblos pequeños, pero siempre había una ciudad media cercana con universidad que no tenía por qué ser Barcelona o Madrid. En cambio, uno de los problemas del territorio vaciado es que sus centros de formación forman, pero en conocimientos que ya no son relevantes en la era digital.

Pero tengo que entrar en clase ahora y la cuestión que preparo es si nuestra conurbación Tarragona-Reus-Valls-Salou está entre las perdedoras o las ganadoras de la globalización. ¿Somos una de esas metrópolis digitales o una de esas ciudades medias que, como Huelva, Teruel, Perpiñán o Narbona, viven de su pasado de capital de provincia?

No voy a plantear la pregunta en clase, porque sé qué me dirán los del lobby de Reus, pero también vale la pena conocer la opinión de alumnos de comarcas más cercanas a Barcelona que a Tarragona.

Les anticipo mi tesis: seremos ganadores de la globalización en la medida en que sepamos abrir puertas y no cerrarnos ninguna. Debemos ser Tarragona sin dejar de tener un pie en la Barcelona que, sin duda, es una de esas grandes metrópolis globalizadas.

Tenemos que hablar inglés, que es lo que hacen las elites en las metrópolis, sin perder nuestro catalán y castellano nativos. Tenemos que competir y cooperar con las universidades y centros públicos privados de excelencia educativa sin perder nuestra propia oferta formativa. Tenemos que crear start-ups sin dejar de tener cooperativas agrarias de las de toda la vida.

Pedalear el doble

Para no quedarnos rezagados, tenemos que coger todos los trenes, en suma, y no perder ninguno. Ser de Tarragona, Reus, Valls, Cambrils, Salou, Tortosa… nos permite tener un pie en la tradición y otro en la globalización más competitiva. Pero también exige pedalear el doble.

Pedalear más no nos permitirá ser más ricos y poderosos, como viejos patricios de la Imperial Tarraco, sino, simplemente, no ser más pobres. Porque el nuevo mundo digital es como el de las Maravillas de Alicia: hay que correr mucho para seguir estando en el mismo sitio.

 


Periodista. Lluís Amiguet es autor y cocreador de ‘La Contra’ de ‘La Vanguardia’ desde que se creó en enero de 1998. Comenzó a ejercer como periodista en el ‘Diari’ y en Ser Tarragona

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