Macron, nuevo rey de Europa. Su lírica de tenor soprano, la única que levanta un mínimo interés

Entre el misterio y el escándalo. El presidente francés continúa siendo desconocido. Es un ‘outsider’ sin partido apoyado por los pesos pesados del poder, y por una sociedad, harta del sistema tradicional de partidos. 

19 abril 2018 16:40 | Actualizado a 19 abril 2018 16:48
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Emmanuel Macron es el nuevo rey de Europa. A falta de liderazgos mínimamente inteligentes el joven enarca se ha alzado como la voz europea por excelencia. En realidad, lleva tiempo que su lírica de tenor soprano es la única que levanta un mínimo interés. Su rocambolesca historia de amor le da un allure innegable. El misterio, el secretismo, el escándalo. No hay como los franceses para combinar el amor y el poder y hacer del uno un instrumento del otro. París es una ciudad pequeña, un lugar en el que todo el mundo parece estar al tanto de lo que le ocurre a todo el mundo y las historias con un punto de sordidez forman parte de lo esencialmente parisino.

Pero ¿quién es este señor de rostro angelical y verbo florentino? El señor que esta semana firmó el completo en la sesión plenaria del Parlamento Europeo en Estrasburgo. Emmanuel Macron continúa siendo desconocido, un outsider sin partido apoyado por los pesos pesados del poder, y por una sociedad, la francesa, harta del sistema tradicional de los partidos. Un candidato esculpido a golpe de intereses de la banca y los grandes patrones de la industria…Como si de un Richelieu moderno se tratara, han elegido a este hombre peculiar, joven, culto y liberal como Presidente de la República Francesa. Un populista en toda regla, pero siendo francés, un populista bien formado, culto, cultísimo, intelectual, filósofo, seductor.

Esto es Francia no hay que olvidarlo. Se puede ser cualquier cosa, menos inculto. Emmanuel Macron es un enarca, un discípulo de la escuela de la administración francesa (ENA), la cantera inagotable de políticos tallados por el patrón de los valores republicanos. Ser enarca ya es sinónimo de formación sólida y sin fisuras.  Es un hombre de citas inagotables, sus referencias se cuelan en sus discursos para perplejidad de los unos y admiración de los otros. Aristóteles sí pero no Platón.

Gilles Deleuze, el anarquista apasionado por Spinoza o Confuncio. Es capaz de recitar a Racine o Rimbaud, su verbo es inagotable, sus frases construidas a la perfección de una lengua que parece surgida de las entrañas del siglo XVIII. A veces no lo entiende nadie, y de ahí la fascinación que provoca. Ah…la culture… La nostalgia por lo exquisito, por el saber enciclopédico de Miterrand, el alma del poeta de Georges Pompidour o el conocimiento inagotable de De Gaulle. Esos hombres capaces de provocar la adoración. Un nuevo Rey Sol, un nuevo período de gloria…cómo echan de menos los franceses su grandeur perdida. La era de la posverdad les ha permitido recuperar el cetro que perdieron hace cien años. 

Recuperar el respeto, la admiración para el presidente. Devolver a Francia el privilegio de ser alguien y no algo. Que lo pueda hacer un hombre joven que no ha tocada aún la cuarentena, pone de manifiesto lo arriesgado de la operación. Que lo haga un liberal demuestra lo desesperado de la situación. Que lo haga un hombre enamorado de su maestra de secundaria, demuestra que todo es posible.

 

Periodista

Nacida en Tarragona, Natàlia Rodríguez empezó a ejercer en el Diari. Trabajó en la Comisión Europea y colabora en diversos medios. Vive entre París y Barcelona.

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