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La principal oposición a la independencia de Catalunya se encuentra en la propia Catalunya

19 mayo 2017 23:30 | Actualizado a 22 mayo 2017 11:40
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Efectivamente, después de un sinfín de especulaciones, muchos catalanes hemos sentido alivio después del anunciado final anticipado de una legislatura autonómica que se hacía ingobernable sin el imprescindible apoyo de ERC en un parlamento, que se preveía paralizado e inoperante.

Mas; un político que arrincono el seny català a cambio de un pretendido mesiánico independentismo, tan edénico como irreal, una utopía arrastrada por interpretaciones históricas interesadas, sesgadas y arbitrarias. Un personaje que se ha hecho notable a fuerza de lanzar órdagos, retos y desafíos al Estado (del cual forma parte), de ignorar al Tribunal Constitucional, discriminando a la Cataluña que no comulga con sus postulados y fracturando una sociedad que convivía en armonía.

Un político que se echó, contra natura, en brazos de un socio que lo embauco, haciéndole transitar por arenas movedizas y senderos engañosos e inútiles, pero esquivando cualquier responsabilidad política, para finalmente forzar unas elecciones anticipadas cuya rentabilidad fuera productiva para Junqueras y contraproducente para Mas.

Es evidente que ante la prohibición de la consulta y el pulso pretendido con la osada desobediencia, Mas esperaba una reacción de fuerza policial por parte del gobierno, que inteligentemente no se produjo (pudiendo legalmente haberlo hecho) y así el Estado actuó aplicando los mecanismos legales a quien incumple las decisiones de los altos tribunales.

Pero el sueño de la independencia para Cataluña, entre otras connotaciones, también pretendería encubrir acciones y actuaciones cuestionables, parece que enterraría una serie de asuntos pendientes, cuanto menos incómodos de inciertos resultados en el ámbito político, judicial, público y privado, y las prisas, la improvisación, el deseo más que la realidad de acelerar un complejo proceso soberanista, condujo a promover proclamas secesionistas, manifestaciones multitudinarias, cadenas humanas y uves llenas de senyeras y esteladas; todo para autoconvencerse erróneamente de que la mayoría del pueblo catalán respondería mayoritariamente.

Cuando se quiere abordar una empresa de tal calado y magnitud, primero debe conocerse con rigor el apoyo con que se cuenta, y es evidente que si nos atenemos a la pseudo consulta efectuada, los números no cuadran con la euforia y autocomplacencia independentista. En efecto dos tercios de los catalanes no votaron, y así se me antoja imposible alcanzar ningún objetivo, los que depositaron su voto no sobrepasaron los 2.300.000 contabilizando los menores de 16 años, y de éstos solo un 20% marcó las dos casillas del sí.

Para ser realista uno piensa que la verdadera oposición a la independencia de Cataluña, se encuentra en el propio principado y que el problema se ha querido emponzoñar lanzando soflamas desde el seno del gobierno autonómico contra el gobierno central.

Con todo el sueño de edén independentista continua vigente en muchos ciudadanos, es así que Cataluña necesita de una alternativa que resuelva el problema por la vía de la negociación con Madrid; pero ahora corren tiempos distintos y no es lo mismo negociar en la abundancia que a cuestas con una demoledora crisis, y los apoyos en la cámara para otorgar la gobernabilidad a los partidos hegemónicos parece que tienen fecha de caducidad a tenor del próximo arco parlamentario que anuncian las encuestas, pero de aquí a entonces todavía habrá mucho que hablar.

Primero habrá que considerar los resultados de las autonómicas en Andalucía y valorar los comicios municipales y observar en Cataluña si la oposición a la independencia se manifiesta masivamente en unas elecciones autonómicas postuladas por muchos en clave secesionista.

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