Mírame a los ojos, para hablar de salud

Según Unespa a 31 de diciembre de 2018, el seguro privado de salud en España superó los 12 millones de asegurados y el 25% de la población dispone de un contrato de seguro de salud

08 septiembre 2020 15:20 | Actualizado a 08 septiembre 2020 17:41
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Mírame a los ojos, de Ernesto Sáenz de Buruaga y Luis del Val, es un libro publicado antes del coronavirus por el Círculo de la Sanidad, donde se compendian conversaciones entre sendos periodistas y una decena de médicos. En él, se escancian las opiniones de los facultativos en forma de entrevistas vitales según su óptica sanitaria, ya sea como médicos rurales o como jefes de servicio de grandes hospitales.

Son muchos los aspectos destacables de la obra, principalmente por los tiempos que corren. Personalmente, me ha gustado que aparezca una médico de Tortosa (la doctora Laia Maldonado Celma) que cuenta una interesante historia de vida, y también, la opinión del doctor César Casado, jefe del servicio de quemados del Hospital Universitario La Paz. Éste manifestaba (antes del coronavirus, insisto) que: «No puede ser .... que los hospitales (públicos) funcionen al 90%, de 8 a 3, y las instalaciones a las 3 o las 4 queden vacías, y no se vuelvan a utilizar hasta al día siguiente, a las 8 de la mañana». Es decir, considera que el aumento de la eficiencia del sistema público pasaría por retribuir mejor al profesional y aprovechar las instalaciones «todo el día». Pues bien, aunque me gustaría estar de acuerdo con este postulado, por obvio, no lo veo posible. Sobre todo después de lo vivido en estos últimos meses.

Las razones de mi desazón estriban en que según datos de Unespa a 31 de diciembre del año 2018, el seguro privado de salud en España superó los 12 millones de asegurados. Concretamente, se sitúo en 12.073.360. En términos genéricos, el 25% de la población española dispone de un contrato de seguro de salud. Por lo que, muy a pesar del doctor Casado, no me imagino trasladar esta ingente orquestación y maquinaria privada de vuelta a la sanidad pública. Hacerlo, supondría ipso facto el colapso del sistema, tal como ha pasado con la Covid-19. Vaya por delante que este desmoronamiento no ha sido mayor gracias a los profesionales que lo integran. Al contrario, todas aquellas personas que han trabajado en cualquier centro sanitario durante la pandemia han demostrado su valía, dando más de lo que realmente había. Pero tristemente, el coronovarirus ha demostrado que la sanidad pública lleva tiempo no interesando.

El tinglado montado alrededor de las pólizas privadas supone un ahorro brutal para «el Estado». Es cierto que lo vivido estos últimos meses es muy complejo gestionar, pero sin la ayuda de la medicina privada sería imposible. Alguien se ha preguntado cuántos casos aparentemente no urgentes habrá salvado la medicina privada de graves consecuencias, fruto del sobreesfuerzo del sistema público. Tengo la impresión de que muchos de los que jamás sabremos. (¡Verdad amigo Javier!)

El negocio de la salud privada, mal que le pese a algunos, ha venido para quedarse. El sistema público está herido. Espero que no de muerte, pero está como muchos enfermos de Covid, vive con respirador artificial.

Así las cosas, si muchos ciudadanos se ven abocados a contratar pólizas privadas, lo poco que podemos hacer los profesionales que nos dedicamos a este negocio es avisarles para que no se equivoquen. Las compañías aseguradoras no son «hermanitas de la caridad». Ofrecen servicios y dan prestaciones siempre procurando generar rentabilidad a sus dueños. Negarlo sería naif. Por tanto, como cualquier negocio, es necesario que seamos conscientes de que la percepción, en general, conforme las aseguradoras médicas son todas iguales, es falsa. Las diferencias pueden ser abismales.

Por ello, antes de enfrascarse en este tipo de contratos es crucial que se conozcan conceptos como preexistencia, carencia, franquicia, cuadro médico o reembolso de prestaciones. Es indispensable, por ejemplo, saber que una preexistencia es aquella condición de la salud, alteración o trastorno orgánico que existe con anterioridad al momento de la contratación del seguro, independientemente de que exista un diagnóstico médico. Estén atentos cuando la aseguradora les pregunte en algún momento cómo se encuentran de salud. Deben saber que están obligados responder sobre aquellas circunstancias relevantes que afecten su estado físico y psíquico, incluso cuando lo que se pretenda sea cambiar de compañía. Sepan que, si la nueva aseguradora averigua esa preexistencia no comunicada, es muy probable que excluya su cobertura y, por tanto, los cambios pueden salir caros. Tengan cuidado en estas operaciones, las aseguradoras disponen de más medios legales de los que creen.

Para concluir, releyendo la Constitución española en su artículo 43.3 cuando dice que «los poderes públicos fomentaran la educación sanitaria, la educación física y el deporte». Si por fomentar se entiende también saber y conocer cómo debe contratarse una póliza de seguros de salud, está claro que, aparte de leerse el libro arriba referido, les sugiero que miren a los ojos a quien les ofrezca cualquier producto asegurador al efecto, y antes de hacer aceptar nada, se acuerden que con la salud no se juega. Al fin y al cabo, nuestro bienestar individual es un problema de todos, al menos de momento.

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