Mucho lío y poca unidad

El Gobierno la ha vuelto a liar. En esta ocasión, con ese oscuro pacto con Bildu para derogar la reforma laboral, que ha provocado un terremoto en la política, en la sociedad e incluso en el propio gobierno.

Dicen que recurrieron a Bildu por miedo a perder la votación para extender el estado de alarma. Es verdad que levantar ahora todas las normas de que nos hemos dotado para evitar contagios podría tener unas consecuencias terribles, pero la política no puede ser un mercadillo donde se negocia cualquier cosa a cambio de unos votos. Aunque me temo que eso es lo único que está hoy en la cabeza de nuestros políticos –de todos–, la búsqueda de votos.

Solo eso explica su comportamiento y que sean incapaces de llegar a acuerdos en una situación como la que vivimos. Porque hay un drama en la calle, con miles de muertos y una economía de postguerra que ya ha traído más pobreza.

Pero hay otro drama, no menos importante, en el Congreso, donde sus señorías parecen vivir una realidad paralela ajena a los sufrimientos de la ciudadanía. Es evidente que el Gobierno podría hacer las cosas mucho mejor, pero no parece este el momento más adecuado para pedir dimisiones, mociones de censura o elecciones.

Entre otras cosas, porque eso nos sumiría en una crisis aún más profunda y porque, aunque la mayoría del Gobierno es muy precaria, no hay una alternativa. Ni siquiera la certeza de que otro lo fuera a hacer mejor. Los ciudadanos, los empresarios, los sindicatos… todo el país cree que para superar esta crisis la unidad es indispensable. Pero, vista la desunión que impera en el Congreso, el desastre parece inevitable.

Salgamos de esta primero y luego ya pasaremos cuentas.