Nada

Tendríamos que aprender es a desprendernos, a regalar o tirar lo que no hemos utilizado el último año y nos daríamos cuenta de cuánto espacio ganamos

11 octubre 2021 08:05 | Actualizado a 11 noviembre 2021 18:52
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Durante muchos años he creído que el tener mucho no ayuda a la felicidad que se comparte; que el desapego de lo material es una de las mejores terapias para evitar el sufrimiento y conseguir la paz interior. He conocido a mucha gente que ha renunciado a poseer, como los monjes de cualquier creencia, los ermitaños, los sadhus y demás. Recuerden a Francisco de Asís, que en un día lo abandonó todo y se vistió con unos sacos, se hizo unas sandalias y se quedó en la nada más absoluta.

Todo lo que poseía cabía casi en una caja de zapatos y nunca en mi vida vi una mirada más limpia y feliz que la suya

Durante mi estancia en Montserrat, visité casi cada semana al Pare Estanislau, que vivía en la ermita de la Santa Creu. Todo lo que poseía cabía casi en una caja de zapatos y nunca en mi vida vi una mirada más limpia y feliz que la suya, una mirada que transformaba a las personas sin necesidad de palabras porque la pureza de su alma era impresionante. Al entrar y después de un abrazo, nos sentábamos y pasábamos un buen rato en silencio hasta que las campanas anunciaban la misa conventual y yo bajaba disparado las incontables escaleras para llegar a tiempo a la celebración.

Desde aquel día me fascinó que una persona pudiese irradiar tanto sin hacer absolutamente nada, ni tan solo usar palabras si nos son absolutamente necesarias. Era un silencio denso que podía cortarse con un cuchillo y allí aprendí a escuchar el zumbido de mis oídos y los latidos de mi corazón. A disfrutar de la felicidad de la nada más absoluta.

El desapego de lo material es de las mejores terapias para conseguir la paz interior

Este ejercicio de pureza y negación del poseer es el fruto del convencimiento espiritual más profundo de aquellos que quieren llegar a la iluminación y la felicidad. El camino siempre pasa por la austeridad y la renuncia, nunca por querer más, amontonar bienes y rodearse de caprichos. Podría parecerles un camino duro, pero quienes lo emprenden siempre afirman que es un camino maravilloso y que cada instante es mejor que el anterior. El propio devenir del tiempo hace que su decisión se afiance y que viajar libres de equipaje les de alas.

Nuestra sociedad se basa en el consumismo, aunque lo queramos disfrazar de consumo responsable. Sin consumismo nuestro mundo tal como lo tenemos organizado, se hundiría porque necesitamos que el dinero se mueva a base de comprar y vender. La antítesis de ese sistema es precisamente el desapego. Si eso es cierto, ¿no será que estamos montados sobre el tren de la infelicidad?

Recuerdo que en casa de mis padres había una vajilla y nada más. En la mía hay una vajilla y lo que más quieran: tazas, boles, tetera china, bandejas, bandejitas, platos para sushi, ensaladeras de todos los tamaños y materiales, cestas de cáñamo, mimbre, esparto… y así hasta el infinito. ¿Y qué hacemos con ello? Simplemente tenerlo. 

Me gusta mucho cuando en clase hago la pregunta a mis alumnos de cuántas camisetas tienen y la respuesta más común es: más de 20. Y si pregunto cuántas usan, siempre son más de 5 pero menos de 10… y ¿qué hacéis con el resto? Tenerlas allí apiladas. El impacto es brutal, pero no creo que ninguno vuelva a su cuarto y tire lo que no usa. ¿Por qué no lo hacen si han entendido correctamente el mensaje y son defensores de un mundo más equilibrado, justo y solidario?

Es muy difícil ser simples en una sociedad donde el capricho es el rey de todas las celebraciones

Es muy difícil ser simples en una sociedad que nos empuja al cambio constante a través del diseño y la utilidad. Es muy difícil ser simples en una sociedad donde el capricho es el rey de todas las celebraciones, fiestas, regalos sorpresa y demás. Es muy difícil no regalar algo ingenioso, útil o bello para la casa en cualquier ocasión en la que un regalo parece imprescindible, aunque quien lo reciba ya tenga los armarios llenos. 
Igual lo que tendríamos que aprender es a desprendernos, a regalar o tirar lo que no hemos utilizado el último año y nos daríamos cuenta de cuánto espacio ganamos. Les sugiero que, si lo que acabo de escribir les parece pertinente, empiecen poco a poco a desprenderse de lo que no necesitan, de lo que no usan ni usarán en mucho tiempo, de aquello que guardan en un altillo porque nos lo regaló alguien hace muchos años y que todavía no hemos usado porque tener no les hará más felices y desprenderse, sí.

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