El Libro de Jonás cuenta que se necesitaban tres días para recorrer la ciudad de Nínive, tan grande era. Fundada siete siglos antes de Cristo, y asentada a orillas del Tigris, podía tener 50 kilómetros de largo y 20 de ancho.
Hoy toda ella, igual que Mossul, Nimrud y otras históricas ciudades asirias conquistadas por el Estado Islámico son un montón de ruinas. Los nuevos bárbaros se han dedicado a destruir sus museos y, con máquinas pesadas, monumentos pétreos como los toros alados con cabeza humana. Quieren borrar el pasado, como los talibanes cuando derribaron los Budas afganos, o como los Jemeres Rojos cuando destruyeron los santuarios camboyanos.
La llanura de Nínive contaba con 35.000 familias cristianas. No queda ni una sola. Han huido o fueron asesinadas. Al padre Bazi, después de destruirle la iglesia, le rompieron los dientes con un martillo. ¿Qué espera la Liga Árabe para actuar?