Noches de muertos; días de vivos

El «chaos» catalán visto desde fuera. Es duro explicar qué es «sedición» y «rebelión». Su traducción al inglés parece extraída de una novela de Stevenson o del ‘Botín del Bounty’. Nada propio de un país de la UE

04 noviembre 2017 15:33 | Actualizado a 04 noviembre 2017 15:41
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Platico con el doctorcito González-Santoyo en su casita de Michoacán, en el mismito Morelia no más y se une a la plática con su rostro tostado y cejijunto bajo el sombrero ranchero el señor Santoyo, su padre, que dejó de estar entre nosotros a los 98 años, ahora hará dos. 

Compartimos el día de los muertos y dos tiros de Tapatio, que era su tequila favorito y aún lo sigue siendo cuando en noches como esta lo tenemos en la mesa. Es decir, está su foto mirándome con la sonrisa ancha de quien supo vivir y morir, me repite su hijo, sin pelearse con nadie más de lo justo.

Mi cuate el doctor Santoyo conoce muy bien Tarragona y Catalunya, donde vivió cuatro años, porque se doctoró en Económicas en la URV y llegó a ser profesor algún semestre y fue vecino de mis padres en la puritita rambla, junto al Hotel Lauria.

Por eso, cuando, allá por el quinto tequilazo, su padre empieza a corporeizarse ante nosotros, hablamos de nuestros países. Y la noche de muertos se llena de historias de tíos muy vivos. Al final, en un rapto de súbita lucidez resume en doce palabras como doce apóstoles nuestros problemas: «La chingada de Catalunya cuando yo estaba allí era el 3%, pero la chingada de México ahora mismo es el 30%: todo lo demás es dejar que nos taconee una de guaraches”. Me gusta tanto lo de los guaraches, alpargatas, que me lo apunto en el móvil: hemos dejado que nos dirijan, traduzco para mí, gente incompetente cuando no corrupta aquí, allá y acullá. Y ahora todos, también ellos, pagamos las consecuencias.

Y ratificando la sentencia del güey Santoyo cuando ya se acaban las velas del altarcito donde cenamos con sus muertos -y los míos, que también nos escuchaban y estarán leyendo esto- llegan dos funestas alertas de la prensa española. 

Me asusta más la enormidad de lo que se me anuncia en ellas que el desfile de Catrinas (danzantes calaveras de señoras atildadas que sintetizan la historia de México: el hambre y el lujo).

Sucesión de sobresaltos 

Miro mi chat de periodistas europeos y ya hierve de comentarios sarcásticos sobre el «chaos» catalán y la constante y rocambolesca sucesión de sobresaltos en que se ha convertido nuestra actualidad. Me piden comentarios e información de contexto y  se la doy, aunque es muy duro explicar qué es «sedición» y «rebelión» y la traducción al inglés de ambas parece extraída de una novela de Stevenson o del Botín del Bounty. Nada en fin propio de la gestión de la política de un país de la UE, que debería ser tan previsible y aburrida como interesa a los inversores, empresarios, profesionales y honestos madres y padres de familia que quieren ver crecer a sus hijos en paz.

«Chaos catalán» cuando siempre fuimos en Europa todo lo contrario: una sociedad previsible y amable, donde convivíamos en paz los catalanes, quienes vivíamos y trabajábamos en Catalunya, como lo fue durante cuatro años Santoyo, y todos cuantos nos visitaban.

Me duele el «chaos», sobre todo porque me temo que puede ser la antesala de algo peor, pero también asumo mi parte de culpa en él por lo que he hecho y por lo que debería haber hecho. Y comienzo a pensar en lo que tendré que hacer. De entrada, seguir viviendo pendiente, como todos, de las alertas del móvil y de los tribunales. Nunca deberíamos haber llegado hasta estos extremos, pero ahora hay que intentar, además, hacer lo necesario para no caer en otros aún peores. 

Santoyo me pregunta qué está pasando. Lo que pasa es una historia llena de ruido y de furia contada por un idiota, que podía ser yo ahora mismo. Me ve tan deprimido, ¡híjole!, que me dispara otro tirito de Tapatio y me consuela: «Vamos, compadre, no se tome la vida demasiado en serio; después de todo, no va a salir vivo de ella»

*Lluís Amiguet escribe La Contra de La Vanguardia desde que se creó, en enero de 1998. Nacido en Tarragona, comenzó a ejercer como periodista en el Diari y en Ser Tarragona.

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