Nos hacemos mayores, no viejos

Debe superarse el argumento común de que retrasar la edad de jubilación tapona el acceso al mercado laboral de los jóvenes que buscan su primer empleo.

07 julio 2017 18:17 | Actualizado a 25 noviembre 2020 18:43
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La mejora de las condiciones de vida, los avances médicos, la mejor alimentación y otros factores que inciden en el bienestar están contribuyendo a prolongar la esperanza vida hasta límites insospechados. Los científicos auguran que superar los cien años será moneda común en las próximas generaciones. Por otra parte, y también provocado por los cambios sociales, se ha reducido la natalidad, sobre todo en los países occidentales. Todo ello configura un vuelco demográfico que es preciso abordar con la previsión suficiente para que las soluciones no lleguen demasiado tarde. La primera alerta afecta a las pensiones. Todos los países trabajan con la previsión de retrasar la edad de jubilación. La actual edad, cifrada en torno a los 65 años, procede de los tiempos en los que la esperanza de vida no llegaba mucho más allá de los 70 años. Este cálculo también se basaba en el hecho de que el número de nacimientos era superior al de defunciones. Todas estas variables en las que se fundamenta el estado de bienestar han saltado por los aires. Hay que replantearlo todo. En primer lugar es inevitable que la edad de jubilación debe distanciar su horizonte, pero para ello es preciso un cambio de mentalidad social. Hoy en día, en la mayoría de oficios, una persona a los 65 años está en plena capacidad para desarrollar su trabajo. En algunos casos incluso con mayor eficacia. Sin embargo, los mayores de 55 años integran una bolsa de difícil colocación en el mercado laboral. Hay que romper el tópico de la vejez, término que debe reservarse a edades mucho más avanzadas. Nos hacemos mayores, no viejos. También debe superarse el argumento de que retrasar la edad de jubilación tapona el acceso al mercado laboral de los más jóvenes. Lo que hay que hacer es cambiar esquemas. Por ejemplo prolongar la formación, escasa y de dudosa calidad en algunas especialidades, vinculándola más intensamente con las empresas como ya se ha empezado a hacer con fórmulas como la FP Dual. Los cambios siempre suponen una oportunidad si se saben afrontar desde una visión positiva. 

 

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