Después de las guerras fracasadas en Afganistán e Irak, Estados Unidos afrontaba su estrategia en Oriente Medio con el desconcierto de quien se mete en un laberinto.
Una muestra: en Siria, después de combatir a Assad, le apoya en la lucha contra el Estado Islámico, y cuenta para ello con la colaboración de Irán. En cambio en el Yemen, apoya a Arabia Saudí (sunita) contra la intervención de Irán. Y aún más: en Irak, está de acuerdo con Irán en la recuperación de Tikrit de manos del IS.
Obama se ve atrapado por el conflicto regional entre sunitas y chiíes, dos versiones de la religión de Mahoma que se odian entre sí, y en la permanente confrontación entre Israel y palestinos.
Ya no cabe hablar de un «eje del mal». Todo es más confuso. El Presidente ha logrado un acuerdo con Irán que rebajará tensiones. Sólo paso a paso, por el áspero camino de la diplomacia, se logrará pacificar el avispero.